Joaquín Vidal en Las Ventas en 1999. | Claudio Álvarez / El País |
HASTA SIEMPRE, MAESTRO
Existe un pequeño garaje al lado de Las Ventas donde el maestro Vidal escribía sus crónicas de San Isidro. El garage tiene un vigilante que deja consumir sus cigarrillos hasta casi quemarse las comisuras de sus labios. Allí, en una improvisada redacción, conectaba su portátil –“donde pone ‘phone’ lo pone”, contaba– y tras el discurrir agitado de sus dedos sobre el teclado, dos o tres pares de cigarrillos y su inevitable cafelito, casi por arte de magia –o de birlibirloque– surgían las más atinadas y bellas crónicas taurinas que imaginarse puedan. Ha muerto Joaquín Vidal, el maestro de la crítica, un periodista capaz de hacer estremecer a cualquiera cuando describía, por ejemplo, el caminar de la parada de cabestros de Sevilla, un natural de Rafael de Paula o al chulo de la puerta de toriles de la Monumental. Pero Joaquín, además de su carácter de periodista de una pieza, ha sido un firme defensor de una fiesta que amaba y que la concebía bajo el signo de la emoción. El maestro Vidal ha marcado una época en la crítica porque ha renovado el lenguaje y ha sido el feliz descubridor de un estilo de contar las cosas que hacía del periodismo taurino un espacio donde se podía encontrar a gusto cualquier lector, aunque no le interesara lo más mínimo las corridas de toros. En una entrevista concedida a Pla Ventura, decía que “el periodista se debe a los lectores y tiene la obligación de ejercer con honestidad absoluta la libertad de expresión, ha de estar preparado para la tarea, informando sobre la materia que trata, ser veraz y comportarse con modestia. Una vez dicho (y comprobado) lo que tiene que decir, con asunción inequívoca de lo publicado, deja de ser protagonista de nada. Y hasta la próxima”. Ahora, por fin, se encuentra a salvo de tanto derechazo, de los borregos toros comerciales que detestaba y de las figuras monótonas y repetitivas que asolan el negro panorama de la fiesta. Pero el vacío que deja será imposible de llenar. Hasta siempre, maestro. /Este artículo lo escribí hace diez años en Diario La Rioja.
o En la muerte de Joaquín Vidal, por Federico Jiménez Losantos
o Oficio de vida, por Luis Martínez
o Crónicas históricas de Joaquín Vidal, en El País