lunes, 2 de abril de 2012

EL PRIVILEGIO DE TRABAJAR

Por naturaleza soy bastante vago y arrastrado. Me cuesta un mundo ponerme a trabajar, un Potosí, que decían los viejos maestros del periodismo clásico, aquel que olía a tinta y linotipia. Vuela una simple mosca por mi habitación y a ella se pega mi atención como un trocito de celo a un folio. Una mosca es capaz de hacerme perder una tarde entera. Sin embargo, creo en el trabajo, en el esfuerzo y en la superación como una de las fórmulas más importantes para vencer nuestros miedos y toda suerte de frustraciones. Y eso que además de vago, soy vanidoso, como todos los periodistas. Recuerdo a un jefe que tuve, José Antonio Iturri, que me enseñó que tan importante era ser capaz de hacer bien una noticia aparentemente insignificante como un reportaje alado de varias páginas y llamada gorda en la siempre deseable portada. Disfrútalo, me decía; hazlo impecable y con el mismo cariño que harías un notición. Aquello me marcó. Y digo esto porque hoy es día de huelga general y existen miles de periodistas en paro que no tienen la suerte ni de hacer un breve ni tan siquiera de soñar con cubrir una de esas ruedas de prensa pestiño con la que cada día nos sacuden nuestros magníficos próceres. Hoy pienso trabajar por todos ellos, trabajar por los que les gustaría hacerlo y a los que esta maldita crisis ha enviado a las catacumbas del paro. También voy a trabajar por todos aquellos que quieren y no les dejan (sean periodistas o no); y también voy a trabaja por mí, porque creo que para salir de este agujero no existe mejor fórmula que seguir hacia adelante. No creo en esta huelga politizada hasta la náusea, creo en la igualdad de oportunidades y en el valor del mérito. Trabajar hoy en día es un privilegio y no lo pienso desaprovechar.

o Este artículo lo publiqué el jueves en Diario La Rioja en una serie que se titula Mira por dónde.