domingo, 18 de marzo de 2012

PARECÍAN CABRILLAS

La corrida sólo se sostuvo por El Juli, que dio una lección de toreo y de responsabilidad, que ofreció su tauromaquia de principio a fin en una tarde orgullosamente inapelable de máxima figura del toreo (da grima verlo fuera de Sevilla o de Madrid). Con el primero de su lote dejó dos tandas en redondo brutales, plenas de dominio, de ciencia y de profundidad, aguantando con el juego de alturas de su muleta la embestida y bajando después la mano para alagar el trazo de forma casi inaudita. Con el quinto dio otra clase en distancias, terrenos y colocación. El toro se movió alocado y él lo sujetó con ese imán que tiene en su pañosa merced a remates prodigiosos y molinetes mandones. No hubo retórica, pero sobró pasión, y eso llegó al corazón unos tendidos que corearon al madrileño desde que se abrió de capote hasta que se fue a hombros de la plaza. Casi todo lo demás fue para olvidar. Se salva Morante por su forma de acariciar al primero y por su afanosa voluntad en el cuarto. El inicio de faena, barroco y enigmático, fue lo mejor de una actuación que acabó difuminada ante las dos ruinas que pasaportó. Manzanares no existió, parecía una sombra persiguiendo especímenes de Victoriano del Río. Y es que llamar toros en esta plaza a semejantes ejemplares es una paradoja insostenible. No hubo toros, ni novillos, acaso filfas, sin duda basuras de la dehesa pagadas a precio de oro. No puede ser. Duele que en este coso las novilladas sean mucho más serias que las corridas de toros. ¿Cambian los veedores? ¿Cambian los veterinarios? ¿Tanto poder tiene el G-10? ¿Es una cuestión de Curro Vázquez, Roberto Domínguez o Toño Matilla? No puedo entender que cualquier novillada de la pasada feria del Zapato de Oro tuviera más trapío que las seis birrias de ayer. Un toro sin entidad no es toro ni hace afición ni lleva a otra cosa que no sea el desconsuelo y al ostracismo. Arnedo es un ejemplo de equilibrio y su feria es grande y ejemplar por la seriedad que la impregna en todas las circunstancias, comenzado por el toro/novillo bien proporcionado, limpio y con hechuras acordes con su procedencia. Ayer una señora decía en el tendido que le parecían cabrillas, y eso, les pese o no les pese a los taurinos, es sencillamente insostenible. / Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja.