«¡Gracias a Dios que existes! ¡Llevaba años sin oír cantar de esta forma por siguiriyas!». Así le dijo un día no muy lejano el maestro Fosforito a Manuel Moreno Maya ‘El Pele’, tal y como recoge en una entrevista Manuel Moraga. Y es que estamos ante uno de los cantaores más profundos y sólidos del panorama flamenco, un artista que embriaga por su volcánica personalidad, por su acento desbocado y un punto salvaje cuando se acuerda de los ecos más puros de su cante. ‘El Pele’, que esta noche actuará en el Salón de Columnas (22 horas) acompañado por la guitarra de Antonio Patrocinio, nació en Córdoba en enero de 1954 en el seno de una familia gitana por los cuatro costados. A través de ella le llegaron los primeros impulsos flamencos, las primeras semillas jondas que habrían de germinar en su corazón gitano y musical. Un día veraniego del año 1990, el genial David Bowie escuchó un disco suyo. Tan impresionado quedó por su arte, que decidió llevarlo para que abriera sus conciertos. Así lo hizo en Madrid y en Barcelona. Antes había sido Prince el que se había quedado fascinado por el arte gitano y jondo de este cordobés.
Hacer un recorrido por el itinerario flamenco de este artista es descubrir una importantísima trayectoria que va mucho más allá del simple triunfo en un festival o de la conquista de una afición cualquiera en cualquier peña del mapa flamenco, con todo lo que ello conlleva.Pero ‘El Pele’ ha hecho más. Su intuición musical, sus conocimientos artísticos y su personalidad indagadora de nuevas formas y de nuevas modas arrancando siempre de las raíces más puras del flamenco, lo han llevado a compartir los escenarios más importantes del mundo con las primerísimas figuras de la música de todas las latitudes posibles. ‘El Pele’ entiende el flamenco sin cortapisas: «Si no tienes alma no tienes nada. La voz es para vender el pescado en la lonja por la mañana… o las legumbres: ¡Garbanzooos!... Pero si no tienes alma, ni la verdura la puedes pregonar. Es fundamental tener alma para hacer un buen cante por siguiriyas. Y quien me haya oído últimamente verá que soy distinto, no tan loco como antes. No tan bohemio, aunque eso nunca debe perderse. Pero antes le decía a mi mujer que iba a tomar un café y me iba a Brasil con una mochila y una gorra para atrás». / Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja