El escritor portugués, a quien los toreros le parecen poetas, ha devorado todo lo escrito sobre Juan Belmonte y tantos otros
Barcelona. (EFE) - António Lobo Antunes ha publicado en España su novela ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, con la que, explica, por fin ha encontrado el libro ideal para escribir con la estructura de la corrida de toros, que le parece algo más que un espectáculo.
Antunes se muestra como una gran conversador, pausado, afable y siempre cercano, que responde a las preguntas con nuevas preguntas. "Quería hacer un libro con la estructura de la corrida, porque me parece una estructura perfecta", señala el autor, al que los toros le produjeron fascinación desde la primera corrida, a la que asistió en Barcelona cuando tenía 6 años, para ver a Luis Miguel Dominguín.
"Creo que me impresionaron la sangre y los caballos, que aún no tenían protección", recuerda el autor luso, que ha devorado todo lo escrito sobre Juan Belmonte y tantos otros y a quien los toreros le parecen poetas.
Las páginas de ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? (Mondadori) están atravesadas por la simbología taurina; y el escritor recuerda que los toros forman parte del imaginario ibérico, hasta el punto de que lo que pasó en Barcelona -la prohibición de las corridas- ha tenido una gran repercusión en Portugal, porque también hay -dice- mucha gente en contra.
Antunes reflexiona que la corrida, más allá del espectáculo, tiene sus raíces en rituales paganos y pone el ejemplo de algunos pueblos fronterizos portugueses, donde la gente mata a los toros con cuchillos y, aunque está perseguido por la policía, se sigue haciendo.
El lírico título, observa, tiene su origen en el inicio de una canción de Navidad del siglo XIX. Son canciones, sostiene, hechas por poetas populares que no saben leer; viven cerca de la frontera española y jamás han visto el mar.
A partir de la estructura de la fiesta, el autor hilvana la historia de una familia de ganaderos en el momento en el que se intuye la muerte de la matriarca, ocasión que permite a Antunes describir algunos de los reflejos de la sordidez humana.
Antunes apenas recuerda ya casi nada de la novela, pues se publicó en Portugal en 2009 y, cuando termina un libro, se queda muy satisfecho, pero no lo lee nunca, comenta al respecto de esta paradoja: "Uno escribe los libros que le gustaría leer, pero no los lee, sólo los escribe".
Atribuye esta amnesia creativa a que desde entonces ha escrito ya cuatro libros más y, para escribir un libro tienes que olvidar el precedente, si no estás haciendo una secuela del mismo. "Mi miedo es siempre estar diciendo la misma cosa, haber perdido la capacidad de renovación", comenta.
El autor de El orden natural de las cosas no puede ocultar cierta sorpresa por la gran cantidad de libros que hay en las librerías: "Es difícil escribir y me sorprende que haya tantos libros y que estemos tan lejos de la edad de oro del siglo XIX, cuando había veinte genios, en Francia, en Rusia, en Inglaterra".
Su interés por la creación literaria ahonda sus raíces en el tiempo en que, a sus cuatro o cinco años, su madre le enseñó a leer, y se maravillaba cuando situaba una palabra tras otra.
Sorprende escuchar de alguien a quien la crítica siempre ha tildado de autor difícil y complejo que reivindique como influencia fundamental de su obra los cómics, los Mandrake y los Flash Gordon, que leía en su infancia. "Los escritores son en general mentirosos cuando citan a Homero, Joyce, Ovidio o Proust entre sus influencias. En realidad, para ellos fueron más importantes las lecturas de la infancia", repone.
Sin necesidad de que medie pregunta, aprovecha la ocasión Antunes para declarar su iberismo y, como su compatriota Jose Saramago, confiesa: "Aquí me siento como en casa. La mayor parte de los portugueses no sienten la separación entre dos países", y asegura que los portugueses votarían a favor en un referéndum por una república federal para la península ibérica.
Después de esta obra, publicó en su país Sobre los ríos que van, una novela que recoge su experiencia tras superar un cáncer, una enfermedad que le ha cambiado: "Después del cáncer, ya no miento y juego al póquer con las cartas boca arriba".
"Durante la escritura, hay momentos de gran plenitud y sólo por esos momentos ya vale la pena escribir", proclama el autor de Manual de inquisidores. Sólo soy Lobo Antunes -dice- cuando estoy escribiendo, y eso es lo que quedará para la posteridad. o Vía / La Vanguardia