Veo al tipo de Megaupload, el tal Kim Dotcom, con esa cara de melón con jamón adosada a una flotilla de helicópteros, tres mansiones en Auckland -sí, hombre, allí por Nueva Zelanda-, y con más coches de lujo que la plantilla del Real Madrid, y me pregunto qué diablos tiene que ver este detestable personaje con cualquier cosa que se pueda asociar a la libertad, a los derechos artísticos y hasta el talento. He de confesar que cuando me bajé el primer disco de su plataforma sentí un no sé qué raro por el teclado. El cd era 'Triodion', una obra muy rara del estonio Arvo Part (minimalismo sacro, le dicen) que encontré en un ignoto blog musical argentino. Esta web enlazaba a Megaupload y a varios destinos más donde se depositaban los discos y las películas. El negocio de Dotcom era evidente con los usuarios 'Premium', a los que incluso llegaba a pagar cuando subían las pelis de estreno mucho antes de aparecer en las salas comerciales. Es decir, que el tal Kim Dotcom se había hecho de oro pirateando a compositores estonios apenas conocidos y a todita la industria del cine norteamericana. En éstas llegó el FBI y cerró el asunto sin miramientos, me imagino que a expensas de la Metro Goldwyn Mayer y sus afectos y no tanto por el atentado que cometí con el sacro minimalismo de Part y de otros grandiosos maestros por el estilo. Durará poco el silencio, en una semana, otro zampabollos habrá inaugurado nuevas plataformas de carga y descarga a ver si logra emular a Kim con una nueva flotilla de helicópteros. Y así una y otra vez. Porque por mucho FBI que tenga Obama, es más fácil cerrar Megauopload que Guantánamo. ¡De aquí a Auckland; sí, hombre, allí por Nueva Zelanda!
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.