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Al mismo tiempo que en el Congreso de los Diputados y en el Senado (esa Cámara que mucho cuesta y que de nada sirve) sus distinguidas señorías toman posesión de su escaño (Ipad y demás canonjías adosadas al juramento, a la promesa o al imperativo legal), nos enteramos de que en España, esta especie de país que habitamos, unos doce millones de conciudadanos nuestros viven con 500 o 300 euros al mes como único sustento. La pobreza nos acosa sin ningún miramiento, el desastre que vivimos es sencillamente brutal y las previsiones más optimistas pronostican un año venidero más terrible, si cabe, en su descarnado afán por seguir hundiendo el futuro. Ellos, sus señorías quiero decir, prometen o juran a sabiendas de que sabemos que la crisis es sistémica y que ellos son la esencia de este sistema resquebrajado y autoritario al que me gusta definir como la nueva democracia orgánica, porque los partidos, amos y señores de la voluntad popular, dominan sin escrúpulos todo el paisaje electoral, leyes y subvenciones incluidas. El sistema ha tocado fondo por incapaz pero sobrevive gracias a su cíclica retroalimentación: es decir, no muere ni deja crecer dentro de sí la más mínima disidencia. El ciudadano queda aplastado por este Estado orgánico que ahora sobrevive sacándonos la sangre cada día. No les creo pero no soy un indignado; es más, el indignado de izquierdas crea su mensaje desde la ofuscación, pero el descrédito del sistema es precisamente el que lleva a la clase media, a la que pertenezco sin rubor y con orgullo, a callar por temor a perder lo poco que tiene. Ellos nos acribillan con impuestos, nosotros morimos un poco cada día para poder ver sus nudos de corbata secándonos nuestros gaznates.
o Este artículo lo he publicado hoy en
Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula
Mira por dónde.
o Homelessness around the world,
The Big Picture, from
The Boston Globe