Foto: Alfredo Iglesias |
Aitor es alto, muy alto. Beatriz tiene una mirada dulce que asegura lo que piensa sin dejar lugar a dudas ni disquisiciones. Él es vasco de Zarauz, cocinero, emprendedor, le gusta el pescado y según ella, «lo borda». Ella es riojana de Logroño, «una leona», dice Aitor cuando se pone al frente de la sala del Restaruante Marinée, que además de ser un gran restaurante, es su sueño: «Desde que nos conocimos pensamos en poner algo juntos donde se resumieran nuestros proyectos vitales, nuestra vocación hostelera y donde poder ganarnos la vida juntos haciendo lo que más nos gusta». Cocinar él y servir ella. Es el Restaurante Marinée, en la plaza de Mercado de Logroño, un lugar donde reina la cocina al amor -nunca mejor dicho- de una llama que se alimenta cada día.
Aitor Esnal y Beatriz Martínez se conocieron trabajando juntos en las entrañas del Casino: «Yo ya me había fijado en ella unos meses antes», describe un cocinero que previamente había trabajado en los restaurantes Mari Sol Arriaga y el Entrevinos. Beatriz, por su parte, comenzó en la hostelería poniendo copas los fines de semana: «Lo que al principio era una forma de sacar un dinero extra luego se convirtió en su trabajo. Estuve en sitios como Morgana y después fuera de Logroño. Mi idea, al principio, era poner un bar de vinos, me encanta el vino, todo lo que tiene a su alrededor, y combinarlo con el mundo de las tapas y los pinchos».
El flechazo surgió en el Casino y ambos se dieron cuenta de que estaban llamados a emprender una historia cada uno al lado del otro. «Empezamos en Marcilla, en el restaurante de la antigua azucarera. Después comenzamos a viajar y recorrimos parte del sur de Francia y toda la costa norte española, desde San Sebastián a Galicia, para buscar un sitio donde montar algo. Fue una verdadera locura porque cada día veíamos tres o cuatro locales en cada una de las ciudades donde habíamos pensado establecer el negocio», recuerda Aitor.
Sin embargo, a Beatriz cada vez le atraía más Logroño: «Es mi ciudad, Aitor había trabajado en ella y conocíamos un poco cómo piensa la gente de aquí, así que tras buscar un local que pudiera adaptarse a lo que estábamos buscando, decidimos sacar adelante el proyecto del Marinée». El restaurante abrió sus puertas al público el 12 de julio del 2007. Ambos recuerdan la dureza de los primeros meses: «Al principio las cosas no son fáciles, hay que abrirse paso, darse a conocer, explicar en qué consiste nuestro proyecto. Teníamos preocupaciones y el arranque fue bueno pero lento», dice Aitor. Sin embargo, existe una fecha clave: «Parece una tontería, pero el uno de mayo de 2008 firmamos la hipoteca de nuestra casa con muchas preocupaciones», rememora Beatriz. Y sucedió: «Ese mismo día se nos llenó el comedor mañana y noche», dice ella. «Es curioso, pero a partir de ese preciso día todo fue mucho mejor. Por eso nos acordamos con tanta intensidad. Firmamos la hipoteca y a partir de ahí todo fue mucho más fácil».
Una pregunta se antoja necesaria. ¿Enamoró Aitor a Beatriz con sus artes culinarias?: «Yo creo que sí, pero recuerdo muy bien la primera Nochevieja que pasamos juntos. Preparé una cena de ensueño, increíble, en un escenario espectacular. Lo pasamos tan bien que se nos olvidaron hasta las campanadas», presume con la sonrisa cómplice de ella. «De Bea en el trabajo me quedo con la capacidad que tiene de asumirlo todo, su capacidad de organización, su respeto al equipo y el trato que ofrece a la gente», dice Aitor. Y ella no tiene duda: «Está todo el día en la cocina. Su trabajo es su pasión y eso se nota una barbaridad, innova, crece, estudia, es un poco enfermo de la cocina y eso se traslada a lo que tenemos en el restaurante. Creo que formamos un buen equipo», resume. ¿Y los malos rollos que siempre existen en una pareja?: «Los evitamos al máximo; aquí nunca hay una voz más alta que otra. Las cosas las solucionamos hablando, tanto en casa como en el trabajo», dice ella y asiente él.
o Este artículo le he publicado en Diario La Rioja.