Apenas quedan tres días
para que los ciudadanos vayamos a votar en unos comicios que parece que están
cantados desde hace demasiado tiempo. La agonía del Gobierno socialista se ha
deletreado minuto a minuto porque viene de muy lejos gracias a un Zapatero
enroscado hasta el final mientras se ha ido pudriendo alrededor de él cualquier
aliento de victoria en las urnas. Las últimas encuestas han sido demoledoras
para una izquierda sin apenas esperanza que se refugia en la abstención, en el
15-M o bajo la barba de Rubalcaba, el candidato imposible que no lo fue. Creo
que Alfredo se ha inmolado absurdamente con la única esperanza de alcanzar el
mando de su partido tras una supuesta derrota asumible pero que cada vez se
antoja más lejana porque se masca una debacle absoluta e histórica. Sin
embargo, España necesita de un partido de izquierdas nacional y comprometido
capaz de jugar el papel de oposición leal ante un PP que va a tener tanta cuota
de poder como ninguna formación política ha sido capaz de soñar. La democracia
es un juego de contrapesos y las mayorías absolutas suelen ser sinónimo de
rodillo: ahí están los recuerdos de Felipe y Aznar, el primero escondiendo bajo
las alfombras las múltiples corrupciones y la guerra sucia, y el segundo
casando a su hija en El Escorial como si fuera una princesa. Mariano Rajoy irá
volando desde Génova a la Moncloa pero le costará llegar un mes. ¿Quién nos va
a gobernar mientras tanto? ¿Zapatero? ¿Ángela Merkel? ¿Sarkozy? La situación es
dantesca: hasta final de año todo paralizado, las presumibles medidas en
el congelador, José Luis despidiéndose en la tele desde el amanecer hasta que se
refugie en sus aposentos, las quinielas de los ministrables sin parar de
vomitar nombres y millones de españoles en la cola del paro.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.