Lo más triste de todo el asunto de la celebérrima y manipulada hasta el vómito conferencia de paz es que una vez más siguen siendo los proetarras los que continúan marcando los tiempos del debate, sus términos lingüísticos y la barahúnda de líos y descalificaciones del resto de los partidos, sobre todo ahora, en pleno vigor preelectoral con un PSOE tan ansioso como dividido ante tan vidrioso asunto y con personajes tan oscuros al fondo como Annan y Eguiguren. Si ETA emite el esperado comunicado del final de su actividad terrorista es porque la acción policial la ha dejado tan desarmada y descompuesta que no le ha quedado otro remedio que la búsqueda de una nueva estrategia. Aquí no hay ninguna paz que ganar porque no hay guerra; ha existido desde hace más de cuarenta años un bando de asesinos que ha matado y estrujado todo aquello que se ha opuesto directa o indirectamente a su camino. Por eso el final tiene que pasar por su derrota; es decir, por la victoria del Estado de Derecho y de la libertad. No hay ni puede haber otro camino porque en caso contrario estaríamos traicionando el legado increíblemente valioso de todas las personas que han muerto por defender la libertad en España, nuestra libertad y nuestra dignidad. La izquierda abertzale y el nacionalismo de derechas (es decir, el PNV) han vuelto a demostrar que sólo defienden sus intereses (los primeros los de la ETA y los segundos, su hegemonía en la sociedad vasca) y que les falta la suficiente grandeza moral para llamar a las cosas por su nombre. Estamos en el siglo XXI y la lacra de esta gentuza no puede acabar igualando víctimas con verdugos, no es de recibo aguantar nada que ni de lejos se pueda parecer a la impunidad, que es lo que en el fondo persiguen.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.