Importante actuación del riojano que marca las diferencias y pide a gritos más y mejores carteles
Medio toro y una oreja. Así se puede definir la actuación de Diego Urdiales ayer en la plaza de los Campos Góticos de Palencia. Se dice medio toro porque el ejemplar de Bañuelos al que le arrancó el trofeo sólo le dejó hacer por el pitón derecho en una faena llena de torería en la que cuajó muletazos de gran armonía e intensidad. Y fue una lástima porque la corrida de Antonio Bañuelos, excepto el garbanzo negro que se corrió en cuarto lugar, dio opciones a los otros compañeros de terna para lograr faenas de mucha más entidad y cuajo que las que obtuvieron. En el caso de Carlos Doyague era más que previsible, ya que este torero está muy poco placeado y se le vio a merced de los dos buenos astados que le deparó el sorteo, sobre todo en el sexto, en el que pareció sumirse en un momento de pánico insuperable en los primeros tercios a pesar de la nobleza de un toro que fue tratado a auténticos gorrazos por el palentino y su ineficaz cuadrilla. Sin embargo, Javier Castaño, al que le correspondió el toro de más calidad de la tarde, dejó patente tanto su disposición por agradar como la escasa sutileza con la que maneja los trastos. Al final, el recurso al arrimón fue su único argumento en la tarde. A Diego Urdiales se le nota en un momento realmente especial. Salió dispuesto a todo y como carta de presentación se ajustó en un vibrante quite por chicuelinas con el que comenzó a dejar el sello de su toreo: hubo dos lances tan mecidos como ajustados. Lo hizo todo para el toro y a pesar de que el astado de Bañuelos no embestía con demasiada gracia, tomó la muleta con la mano derecha, pisó los terrenos que acostumbra, y dibujó varias series marca de la casa repletas de expresión, intensidad y ritmo. Como era lógico, probó al toro por la izquierda, pero el animal se mostró remiso a embestir. El final de faena fue muy airoso y cobró una excelente estocada -pelín contraria- que tiró al toro sin puntilla. Lo dicho, medio pitón y una oreja. El segundo ejemplar del torero de Arnedo fue el único que no tuvo un pase. Ya en el tercio de capote evidenció la forma tan desangelada de embestir y a pesar del buen puyazo y de la lidia tan cuidadosa que recibió, no le dio opciones al riojano, que le presentó la pañosa por ambos lados a sabiendas de que aquella era una porfía destinada a la nada. Lo cerró en tablas, enjaretó medio espadazo en la yema y atronó al toro con un descabello. Lástima de varios de los toros desaprovechados por los compañeros de terna, ya que al diestro de Arnedo con medio, sólo con medio, se las apañó para torear cadenciosamente y marcar diferencias. ¿Qué puede pasar cuando le embista aunque sólo sea uno?
o Feria de San Antolín. Toros de Antonio Bañuelos, bien aunque desigualmente presentados. Manejables, con las fuerzas medidas y de buen juego, excepto el cuarto, que no tuvo un pase. El primero de Diego Urdiales se dejó, aunque sin entrega ni clase, y el segundo de su lote fue infumable. El quinto de la corrida, aunque sin demasiadas fuerzas, tuvo una gran clase. El sexto se dejó por ambos pitones, a pesar de la lidia tan defectuosa que sufrió. Diego Urdiales: oreja y palmas. Javier Castaño: oreja y palmas. Carlos Doyague: silencio y pitos. Plaza de toros de los Campos Góticos: algo menos de media entrada. Sábado, 3 de septiembre. Penúltima corrida del abono de San Antolín. (Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja y la foto es de Merche de la Fuente, del Norte de Castilla)