Miguel Pérez-Aradros |
«¡Dales caña!» Me decían los aficionados al abandonar el coso porque es totalmente incomprensible ver tanto toro anovillado y tanta frustración
El ansia pudo con Diego en el momento de la verdad cuando había logrado una de las faenas más emotivas y ligadas de la feria al cuarto toro de la corrida de ayer. Al igual que le había sucedido con el primero, el astado de Garcigrande se fue a las tablas y el torero riojano se empeñó inopinadamente en estoquearlo allí, al lado de chiqueros, haciendo caso omiso a que el cornúpeta se debatía entre la mansedumbre, que le hacía escorarse hacia los adentros, y su muleta, que lo quería fijar como un imán para lanzarse sobre el morillo.
Se empeñó Urdiales y a pesar de zambullirse con fe en la anatomía del toro, el pinchazo echó dos veces por tierra una actuación que hubiera maquillado una de las tardes más vacías y aburridas que ha vivido esta plaza en años. ¡Qué horror de toros! Algunos absolutamente impresentables como ese tercero, llamado ‘Puserito’ y que no estaba ni anovillado, estaba abecerrado; era una especie de rostro pálido sin fulgor, una sombra, un escarnio. Alejandro Talavante, por cierto, le compuso una faena insulsa en la que hubo muchos muletazos largos, incluso de buen trazo, pero tan despegado y tan escasamente comprometido con lo que supone el toreo que no hubo ni un alma caritativa que le propinara un ‘olé’. Era penoso contemplar a uno de los triunfadores de San Isidro divagando por allí con tanta retórica, con tan poco atrevimiento, ante un animalejo tan imperdonablemente desprovisto de trapío. Logroño entra en barrena profunda, profundísima.
Y es curioso, me pregunto qué más pueden exigir las figuras para hacer el paseíllo en La Ribera si con estos toros no vienen ni ‘El Juli’ ni Morante; me pregunto también qué es lo que pretende la empresa con este discurrir continuo hacia el desastre. Es su plaza, sin duda; pero es nuestra feria y resulta incomprensible ver tanto toro anovillado y tanta frustración. «¡Dales caña!», me decían los aficionados al abandonar el coso medio llorando por el fallo de Diego Urdiales con la espada y profundamente indignados con el diario acontecer de lo que casi cada día sucede en la feria. Este año ha bajado el número de abonados el 25%; no me quiero ni imaginar hacia dónde vamos si Óscar ‘Chopera’ no reacciona y da un golpe de timón, un verdadero volantazo en la promoción, en la difusión, en los altísimos precios de las localidades, quizás en el número de corridas, en el toro (háganselo mirar, por favor), y en la absoluta necesidad de profundizar en la calidad de una feria que este año ha pasado casi desapercibida en el panorama taurino español. Logroño, hace unos años, era la gran feria del norte; ahora pasa casi desapercibida.
o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja.