Hacía hambre en España en 1943. Mucha hambre. Los toros suponían en aquella época uno de los pocos alivios para engañar a carpanta, a los crujidos de los estómagos y a las penurias de un país que se despeñaba en una posguerra que casi sin empezar se antojaba interminable y gris.
La vieja Manzanera organizaba novilladas muchos días de verano: toros para empezar (mejor dicho, novillos de la tierra), vaquillas para los aficionados y baile para arrejuntarse sin restregar los cuerpos, que los curas tenían ojos avizores y visionarios, ojos que se cuidaban de no permitir solaz alguno entre los torerillos y las muchachas prendidas del brillo de los alamares. Hacia hambre, y encima no se podía ni comer.
Como recoge Pedro Mari Azofra, el genial guionista Rafael Azcona, que asistía con frecuencia a aquellos festejos del desaparecido coso, le contó un día al torero navarro Sergio Sánchez en Cintruénigo que era un verdadero milagro que existieran toreros por aquí: «Yo recuerdo que en Tudela había varios banderilleros que toreaban en los festejos de Logroño. Uno era 'El Cubano', que fue herido de gravedad en un San Mateo que toreó el tudelano Julián Marín. En la plaza de Logroño vi torear muchas veces de novillero a Julián con Manolo Escudero. Tenían muchos seguidores. Recuerdo a Michelín, Parrao, Pepe Casiano, Ribereño.... También Marín toreó en la misma plaza algunas corridas de matador con carteles importantes. Pero la idea que tengo es que toreaba las corridas duras y que no actuó mucho. Tampoco entonces había tantas corridas ni tantos toreros. Tuvo también otro hermano que ya no lo recuerdo, pero sí me suena que también se anunció mucho Julián en Calahorra». Y exactamente es Julián Marín el protagonista de esta fotografía aportada por 'El Vero'. Posiblemente en una de las corridas que toreó Manolete en Logroño (las tres de la feria de San Mateo de 1943) y como comparsa de un cartel protagonizado por el legendario monstruo cordobés, tal y como puede indicar el rebosante estado de los tendidos logroñeses.
Julián Marín Arnedo nació en Tudela el 14 de octubre de 1919 y tomó la alternativa en Pamplona el 7 de julio de 1943 con toros de Samuel Flores. Pepe Bienvenida fue el padrino de la ceremonia y en calidad de testigo actuó Manuel Rodríguez 'Manolete'. Julián fue, sin duda, el torero más importante de la historia de Navarra. Cuentan las crónicas que su corrida más memorable fue la del 10 de julio de 1947, con Manolete y Gitanillo de Triana, y los muy serios toros de Urquijo. En el encierro de aquel día, el toro 'Semillero' había matado a dos muchachos en la Estafeta. 'Semillero' le correspondió a Julián Marín, quien en una valentísima actuación le cortó los máximos trofeos. Aquella tarde histórica triunfó Manolete, se vengó Marín de los jóvenes pamploneses muertos y logró encandilar el delicado Gitanillo de Triana. Julián Marín confirmó el doctorado en Madrid el 3 de junio de 1945 con toros de Graciliano Pérez Tabernero, siendo apadrinado por 'Cañitas', en presencia de Morenito de Talavera. A lo largo de once temporadas estoqueó 193 corridas de toros y se despidió del toreo en Pamplona el 18 de julio de 1953.
Como dice José María de Cossío, la personalidad torera de Julián Marín estaba condicionada por su personalidad humana. Nada de lo que es pintoresco o pretendidamente artístico en el toreo tiene que ver con el concepto que de su profesión tenía Julián Marín, un auténtico mozo de la Ribera que acepta su profesión de torero como un deber, con tesón y honradez. Julián Marín, que alternó con las figuras de su tiempo, gozó de gran cartel en las plazas de Barcelona y Valencia y llegó a darle la alternativa a su hermano Isidro, murió hace once años en una residencia de ancianos de San Adrián.
o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja en la sección RETINA DE LA MEMORIA.