jueves, 4 de agosto de 2011

ASÍ ME LIGUÉ A LA PRIMA DE RIESGO

La prima de riesgo no es ninguna señora o señorita que sea capaz de quitar el hipo al más pintado, o una muchacha que guste subir al Kanchenjunga por su pared norte, en invierno y sin oxígeno. Es más, supongo que Edurne Pasabán, por poner un ejemplo de mujer aventurera, tendrá sus primos y dudo mucho que estos la cataloguen de tal cosa. La prima de riesgo, para que lo sepan de una vez por todas, es un diferencial que marca el interés de la deuda española con respecto al bono alemán. Ya saben ustedes que el Estado se financia en el mercado primario, pero ella, la prima (que es una tía muy cuca), se fija en el mercado secundario de la deuda, donde se negocian los títulos del Tesoro Público a tres, cuatro y cinco puntos de interés TAE, que diría Matías Prats. Dicho de otra forma, ustedes toman por el brazo a esta prima, se la llevan a Frankfurt, la invitan a cenar y la arropan con valores secundarios de intereses amortizados. Después, cuando esté satisfecha (aunque ella nunca lo está), la pueden solazar con algún punto básico de más, como para animarla. Si la cosa no ha sido suficiente, ya se sabe que estos valores son díscolos y melifluos, suele ser conveniente rematar la noche succionando la deuda con un interés dos o tres puntos más bajos que lo que marque el mercado continuo. Entonces ya verá como la dichosa prima se subirá hasta las enaguas de contenta y le empezará a susurrar al oído que más de que riesgo, a ella lo que le gusta es que le llamen prima, primita, incluso. En el fondo es maja, insaciable y altruista. Yo nunca la he entendido. Me pasa como a Zapatero, tan feliz en Doñana pudiéndose ir a Frankfurt y cenar con ella a ver si la convence de que no sea tan remala, tan chusca y tan gusarapa por amargarnos a cada minuto este verano al filo de lo imposible.

o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.