jueves, 28 de julio de 2011

SE TOREA COMO SE ES

La cabeza de José Tomás se incrustó literalmente como un meteorito en el duro albero del ruedo valenciano. El golpe fue brutal, terrorífico, seco como un latigazo. El diestro cayó desmadejado y el astado aún tuvo tiempo para propinarle otro derrote en el suelo. Antes de que se levantara por sus medios, las cuadrillas y otros compañeros se lo llevaron al callejón. Una turbamulta de toreros y apoderados giraba en toro a José Tomás. Los anillos concéntricos del coso ubicaban su centro donde se encontraba el maestro, las miles de miradas de los espectadores se precipitaban sobre él y los móviles crepitaban mientras su hermano, que ejerce de mozo de espadas, le rociaba el cuello con agua para aliviar el dolor del impacto. Se refrescó, se secó la cara y se fue de nuevo al toro sin más aspavientos para seguir dibujando una tarde memorable. José Tomás es uno de los personajes más extraordinarios y fascinantes que he conocido. Su desmesurada entrega en el ruedo tiene que retratar a la perfección a un personaje que ha dignificado la profesión de matador de toros desde un lugar de privilegio: cuando otros triunfadores se han montado en el carro del poder y del escaso compromiso, él se coloca en el del outsider frente a un sistema taurino profundamente anquilosado que sólo le interesa guardar a la perfección sus propios intereses. José Tomás va por libre y exige fuera del ruedo una ínfima parte de lo que luego ofrece vestido de luces. Muchos actores de la fiesta (entre ellos más de un significado periodista y varios de los más grandes empresarios) no le tragan; de hecho el taurinismo se muerde los labios –y otros miembros– al comprender que nunca lo van a poder manejar a su antojo como hacen con casi todos los demás. JT tiene que ser un personaje muy grande si es que es cierto que se torea como se es, que dijo Juan Belmonte.

o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que se aparece los jueves y que se titula Mira por dónde. La foto, impresionante, es obra de Josephine Douet.