sábado, 23 de julio de 2011

JOSÉ TOMÁS, CONFIESO QUE TE HE SEGUIDO

Existe una dudosa claridad en su toreo, un enigma inescrutable que siempre da que pensar en las razones de cómo hace las cosas  y por qué las hace

José Tomás es el último héroe romático y ha refundado con su ética dentro y fuera de la plaza el significado de la esencia del toreo


Aquella noche de Aguascalientes, ahora hace más de un año, la recuerdo como un mal sueño, como un infinito temblor de teletipos y noticieros que vomitaban que José Tomás se debatía entre la vida y la muerte en una desasistida enfermería de un monumental coso mexicano y que un intrépido equipo de cirujanos luchaba por recomponer el nudo gordiano de arterias y femorales del monstruo terriblemente herido. Sentí aquel dolor como si hubiera sido mío, como si la cornada del toro Navegante también me la hubiera asestado a mí, tan lejos del torero en ese momento, pero tan cercano a él como los miles de seguidores que tantas veces nos hemos estremecido por esa manera salvaje que tiene el de Galapagar de pasearse por el filo con la suficiencia de los elegidos, con una sobriedad tan inaudita que lo convierten en un ser tan misterioso como inalcanzable. Existe una dudosa claridad en su toreo, un enigma inescrutable que siempre da que pensar en las razones de cómo hace las cosas que hace y por qué las hace.
Tengo grabada a fuego su reaparición en Barcelona en 2007, el aullido visceral de un coso enardecido cuando asomó de purísima y oro por el patio de cuadrillas, tan sumamente delgado que me recordó a Domingo Ortega en el largometraje ‘Tarde de toros’, de Ladislao Wadja, con una cintura que casi había dejado de ser cintura mientras las caderas dibujaban sin alambradas la anatomía de un diestro tan transparente en el ruedo como reservado para sí mismo cuando se despoja del vestido y los ademanes del héroe. La tarde fue inconmensurable porque todo el mundo fue capaz de percibir con nitidez el mensaje de que no había vuelto por compromiso, de que su regreso iba a estar marcado, irremediablemente, por una entrega tan radical (en la acepción más etimológica del término) que como apuntaba Alfonso Valdecantos en una reflexión tomasiana estaba empezando a redefinir qué es eso a lo que llamamos esencia del toreo.
En Madrid, un año después, se anunció dos tardes en las corridas de mayor compromiso de una figura en toda la historia. La expectación estaba tan desbordada que incluso ‘The New York Times’ había enviado a su crítico de arte para tratar de explicar a los norteamericanos y al resto de la aldea global qué es lo que estaba sucediendo en España con la inesperada conmoción de un héroe romántico. El toreo es un sentimiento antiguo, casi arqueológico, pero está tamizado por una dulzura estética sólo comparable a lo que supuso ‘Le Sacre du printemps’ de Igor Stravinski en la música clásica. José Tomás tiene algo de Vaslav Nijinsky por la posibilidad que le ha dado la naturaleza de desafiar a la gravedad y someter a los toros a su compás con una técnica tan invisible que muchos le acusan de torpeza, como el propio Enrique Ponce, tan buen torero pero tan alejado de José Tomás como Echegaray de Valle Inclán. Decía Valle que al olvidado nobel le fluían los gerundios por su torrente sanguíneo… José Tomás disimula la técnica como los ultimísimos diseños de las televisiones camuflan los botones: lo importante es lo que sucede en el ruedo y en ese espacio no existen vueltas de hoja, antes una cornada que un paso atrás. En aquellas dos corridas de Las Ventas José Tomás no sólo pulverizó cualquier estadística, destruyó los límites de lo necesario para acometer en cuatro toros cuatro sentencias como cuatro novelas ejemplares y un libro de arena de Jorge Luis Borges. En la primera corrida del foro también se vistió de purísima y oro; en la de las tres cornadas, de tabaco, una palabra polisémica en la tauromaquia que atiende por igual a la pasta y a las cogidas (a los tabacazos, se entiende). La última tarde que vi a José Tomás fue en Arnedo el año pasado en la única de las tres funciones que pudo celebrar en España. Nunca había estado tan cerca de él y pude adivinar la inmensa contrariedad que provocaron los débiles astados de El Pilar en sus faenas. A Diego Urdiales, uno de sus compañeros de terna, le confesó su desconsuelo por no poder ofrecer a los espectadores su tauromaquia en plenitud. José Tomás no se muerde los labios cuando torea: lo dice todo con su muleta, quizás por ello no habla nunca a humo de paja.

Valencia espera desbordada hoy su reaparición
Quince meses después de sufrir una cogida que hizo temer por su vida por fin ha llegado el gran día. El coso de Valencia, el bellísimo recinto de la calle Xátiva, espera desbordado el efecto de José Tomás: alrededor de un centenar de medios de comunicación, entre prensa escrita, cadenas de radio y de televisión y portales de internet cubrirán el esperado regreso del diestro de Galapagar a los ruedos. Será la primera de una temporada de nueve o a lo sumo diez corridas que acabará el 25 de septiembre en Barcelona. Se sabe que únicamente se permitirá grabar el festejo en su totalidad a las cámaras de la televisión autonómica valenciana, que cederá al resto de cadenas un resumen de tres minutos en virtud del acuerdo alcanzado con los gestores de la plaza y el entorno del matador. Las cifras que baraja la reventa son astronómicas con precios que se disparan por encima de los mil euros y muchos aficionados han logrado su entrada haciéndose con un abono para toda la Feria de Julio. Los toros corresponden a la ganadería salmantina de ‘El Pilar’, y han pasado los pertinentes reconocimientos facultativos sin ningún problema. De hecho, el ganadero Moisés Fraile ha manifestado que «la corrida está por encima de lo que se exige en Valencia y que es de una presentación irreprochable. A José Tomás no le gusta ir nunca al límite». El cartel está formado por Víctor Puerto, sustituto a última hora de Juan Mora, que no ha podido recuperarse a tiempo de la grave cornada que sufrió en la última corrida de San Fermín, y el joven mexicano Arturo Saldívar, que confirmó su alternativa en la pasada feria de San Isidro.

o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja; la foto es de Campos y Ruedos.