Ser torero es sentir el espíritu a cada paso.
Saberse poderoso, inteligente, atrevido.
Sentirse admirado, potente, líquido...
porque un torero se escapa de las manos
para esconderse del corazón de cuantos
le persiguen en una huida que no es tal.
Libre de cualquier desconsuelo.
Magnánimo, condescendientemente autoritario.
A veces no se entienden sus miradas precisas
porque se vislumbran desde la imprecisión.
Ser torero abriga un quinario de incomprensiones,
de los que hablan por hablar,
de muchos de los que escriben,
pero sobre todo, de los que piensan
sólo en clave de sumas y restas,
de multiplicaciones y porque son
tan mediocres que creen que el torero
piensa como ellos.
Y es mentira; el torero se sabe hombre vivo
y hombre muerto a la vez.
Por eso es inalcanzable
Saberse poderoso, inteligente, atrevido.
Sentirse admirado, potente, líquido...
porque un torero se escapa de las manos
para esconderse del corazón de cuantos
le persiguen en una huida que no es tal.
Libre de cualquier desconsuelo.
Magnánimo, condescendientemente autoritario.
A veces no se entienden sus miradas precisas
porque se vislumbran desde la imprecisión.
Ser torero abriga un quinario de incomprensiones,
de los que hablan por hablar,
de muchos de los que escriben,
pero sobre todo, de los que piensan
sólo en clave de sumas y restas,
de multiplicaciones y porque son
tan mediocres que creen que el torero
piensa como ellos.
Y es mentira; el torero se sabe hombre vivo
y hombre muerto a la vez.
Por eso es inalcanzable
José Tomás, por Jorge Quero. |