Foto: Juan Pelegrín |
Para mí ha sido la corrida de la feria a pesar de que no haya habido un toro tan redondo como aquel Cervato de El Ventorrillo ni ninguno tan noble como el de Peñajara. Sin embargo, el conjunto de Cuadri es irreprochable porque ha venido a Madrid desnudo de paradojas. Así es esta ganadería: dura, imponente, encastada, tarda, con mansos que no quieren tablas, que dan lo mejor de sí en los medios a pesar del puto viento de Madrid. Por eso, detesto las declaraciones generales sobre triunfadores de ferias como las de Madrid. Y es que resulta imposible comparar las dos orejas de Manzanares o Talavante en sus corridas con la oreja y la vuelta al ruedo de Iván Fandiño de ayer con los dos torazos de Cuadri. ¿Qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido al revés? ¿Qué nivel hubieran dado ambas figuras no ya con el lote de Fandiño, con el lote de El Fundi o con los dos toros de Alberto Aguilar? No es lo mismo torear a un toro encastado con fijeza y con humillación que a las prendas que se lidiaron en primer o cuarto lugar. ¿Qué hubiera hecho Fandiño con Cervato?
Por eso conviene no equivocarse. El toro de Cuadri es una rareza en estos tiempos de toros serviles, de toros inauditamente bobos. Pero no todo lo de Domecq es lo mismo, igual que en Cuadri hemos visto en muchas ocasiones astados deseperantes, en esas ganaderías detestadas por muchos sólo por la sangre que tienen aparecen astados bravísimos. La corrida de ayer fue un fabuloso espectáculo: toros y toreros, todo con matices, con mansedumbre, con emoción, con verdad, con torería.
Me gustó mucho más la disposición y la entrega de Fandiño que la cristalización de su toreo. Así lo vi y quiero ser profundamente honesto. Pero vino a Las Ventas a jugársela, a torear desde el principio, a exponer sus femorales. Tiene a Madrid en su mano y es porque se lo ha ganado a pulso y con una entrega absoluta. Sus dos faenas acabaron decayendo, ésa es la verdad. Pero cuando se le acabó el toreo afloró la casta y se tiró a matar sin miramiento alguno. ¡Impresionante Fandiño, un torero de verdad!