Lamentable el palco de Las Ventas: regala orejas a El Cid, Castella y alguna a José María Manzanares y se la quita a una joven promesa mexicana -Sergio Flores- que dio ayer una excelente tarde de toros
Llevan determinadas almas pensantes de la afición muchos años suspirando porque no hay novilleros. Pues bien, la feria de San Isidro, y en sólo dos festejos nos ha demostrado que hay y que son muy interesantes. El lunes pasado vimos a Víctor Barrio y especialmente a Jiménez Fortes dar un nivel extraordinario. El de Málaga mueve el capote que es un primor, tiene valor, se pone para torear, es recio, posee ese punto ascético delgaducho de torero feraz, como un auténtico diamante en bruto. Ayer me dejó boquiabierto la seriedad de Thomas Duffau con el astado más astifino de cuantos se han lidiado en este San Isidro de los regalos. El francés estuvo hecho un tío con ese cuarto de la tarde, serio, impávido, sereno, frío, torerísimo. Y Sergio Flores, un mexicano diminuto, de cuerpo frágil como un papelillo de fumar pero que tiene ambición, que torea muy bien y que estuvo activo entrando en quites toda la tarde. Me entusiasmó en su primer enemigo: gran faena, gran toreo, un punto acelerado, sí; pero se los pasa por la barriga sin aparente esfuerzo. Toreó bien y largo, ofreció, generoso, distancias, mató por arriba y el tipo del palco pagó con él orejas tan generosas como las de El Cid, Sebastián Castella o algunas de las concedidas a José María Manzanares. Es decir: nulo criterio y falsa ley de compensación...La mejor noticia de San Isidro es que hay novilleros, hay relevo, hay chavales que tienen ilusión y que nos reconfortan con su valor y su ciencia, mientras muchos toreros de primera división deambulan por el ruedo taciturnos porque saben que tienen un montón de contratos firmados a pesar de su incapacidad para emocionarse y emocionar.
