Rayito, de Valdefresno (520 kilos). Primer toro de San Isidro. |
Decía que no me gusta el sistema taurino, pero tampoco me ilusiona demasiado el comportamiento de muchos toreros para con su profesión, para lo que significa dignificar cada día ese vestido de seda y oro que es capaz de transmutar a los hombres de carne y hueso en verdaderos héroes. Veo a muchos toreros grandes empequeñecerse con lo que sucede a su alrededor, cerrando filas entre ellos para poner a salvo una especie de chiringuito donde el acceso está vedado a casi todos los demás.
Escribe Antonio Lorca en El País que "la feria es muy larga, y la cantidad de festejos repercute en su calidad. No hay toros ni toreros para un ciclo interesante". Y se equivoca porque una de las esencias de Madrid es dar paso en los carteles a toreros que no pueden ir a otras ferias donde se prima esa calidad a la que se refiere el crítico sevillano y que si no fuera por Las Ventas apenas podrían torear: ¿De dónde salieron acaso toreros como César Rincón, El Cid, Curro Díaz, Rafaelillo, Diego Urdiales o Morenito de Aranda? Precisamente brotaron de este tipo de carteles a los que se refiere, carteles que desgraciadamente sólo se dan en Madrid y en San Isidro.
En una media verónica, Lorca asegura que "no les falta razón a quienes abogan por un ciclo más corto con el protagonismo de las figuras, pero, con toda seguridad, esta propuesta carecería de interés económico para las empresas taurinas". Claro, digo yo!!!
Una de las últimas aportaciones de Lorca es que "la Feria de Madrid adolece, como casi todas, de imaginación empresarial. No se anuncia una gesta o una novedad que destaque sobre los carteles habituales y arrastre el interés de los aficionados". Yo le contesto ahora que el toro de Madrid supone un gesto por sí mismo. La presentación, la seriedad, la dureza de lo que significa vestirse de torero para ir a Las Ventas es algo sustancialmente intrínseco a hacer un gesto: llegar a ese patio de caballos con una tía en los chiqueros en la que para muchos es la primera corrida de la temporada es algo así como subir al Everest por la cara norte en pleno invierno.
Madrid comienza y seguro que habrá sorpresas, desengaños, tardes plúmbeas y de hastío, toreo del bueno, toros insufribles, moles, astados de lujo, bravos cornúpetas que entregarán cara su piel, público aburrido y enfervorizado. Es decir, la sal de la fiesta en la plaza más importante del mundo.