Foto: Justo Rodríguez |
«En mi flamenco aparece la fuerza física del hombre y la sensualidad de la mujer»
Rocío Molina, Premio Nacional de Danza en el 2010, estrena esta noche en Logroño (Teatro Bretón, 21 horas) su nueva coreografía: 'Danzaora', un trabajo de indagación flamenca en el que la joven bailaora malagueña da un paso más en su impresionante y original carrera. Rocío es poco convencional en su estilo, en sus formas flamencas, y asegura que está pensando en hacer alguna coreografía basada en el vino.
-¿Por qué ha elegido Logroño para estrenar 'Danzaora'?
-Mis experiencias con el Norte siempre han sido fascinantes. Aquí hay una sensibilidad especial y muchas cosas buenísimas. Decidimos estrenar en Logroño un poco por mi relación de amistad con Antonio Benamargo, que fue la persona que me propuso hacerlo en el Bretón y como colofón al ciclo de los Jueves Flamencos.
-¿En qué consiste 'Danzaora'?
-Fue un sustantivo que me puso una periodista de Bilbao después de unas actuaciones. Me encantó porque era un paso más allá en el que uno toda la riqueza expresiva del flamenco con el resto de las danzas y el folklore de España. También introduzco en la obra mi formación clásica. No soy partidaria de tener una definición fija ni cerrada sobre mi trabajo, y el nombre me pareció muy atractivo.
-En varias reflexiones que se han realizado sobre su obra se habla de su ímpetu creativo al poseer un espíritu iconoclasta y rompedor. De hecho, se llega a decir que con usted se inaugura una nueva gramática en el baile flamenco. ¿Le asustan tantos halagos?
-Cuando los periodistas y los críticos describen lo que han visto tienen que buscar referencias. Por eso no me asusta. En realidad, yo sólo me dejo llevar por lo que mi cuerpo siente en cada momento, en cada una de mis etapas vitales. No me planteo lo que hago; sencillamente escucho mis propias necesidades, mis pulsos internos.
-¿Existe una búsqueda vital en su relación con el flamenco o con otras músicas?
-Todo parte desde mi interior, de mis reflexiones sobre mi vida, sobre las cosas que suceden a mi alrededor. Mi lenguaje es el flamenco, mi medio para poder comunicar y el camino a través del que lo hago mejor. También hay sitio para la reflexión porque necesito investigar. De hecho, ahora mismo me encuentro en un momento en el que estoy pensando mucho sobre el vino. Está en forma caótica, desordenada, pero estoy convencida de que pronto lo voy a incluir en mis historias.
-El vino es una bebida de dioses...
-Desde luego, y estoy muy intrigada con él, de verdad; además aparece en muchísimas obras literarias, y no sólo en el ámbito mitológico, sino en otras muchas culturas, incluso en poesías báquicas. El vino surge de la tierra, como el flamenco y es parte de la vida.
-¿Le ha influido Vicente Escudero?
-Con once o doce años me explicaba cosas de él mi abuelo y no entendía las historias que hacía y proponía. Ahora, con más perspectiva tanto vital como profesional lo he podido comprender más. Pero lo que realmente me ha marcado es la escuela de Antonio o Mario Maya, que fue un verdadero revolucionario, un gigante para su época. Fernanda Romero me gustaba mucho por tarantas. Y claro, está Carmen Amaya, que nos ha gustado a todos.
-En su baile también desaparece el papel y la dicotomía entre el hombre y la mujer...
-Me gusta romper y jugar con esa dualidad, que no es ambigüedad. Disfruto enfrentando cosas que pueden ser paradójicas. Los contrastes me encantan y en mi flamenco aparece la fuerza física del hombre, el músculo, pero también la sensualidad, la seducción o la dulzura y la fragilidad de una mujer. En la mezcla de todo eso es donde me recreo, pasando de un momento físico extremo a otro frágil casi sin solución de continuidad.
-¿Existen palos donde goce más?
-En mi caso suele deslizarse por épocas. El que más me atrapó desde el principio fue la soleá. A partir de ahí me fui poniendo retos.
-¿Se puede bailar al silencio?
-A mí esto me está costando la misma vida, llevo años intentado trabajar con el silencio y siempre me ha podido. Yo llego al silencio después de crear mucho ruido, después de una revolución aparece como una burbuja plácida, pero el verdadero silencio se escucha por los adentros. (Esta entrevista la he publicado hoy en Diario La Rioja).