David Lagos dibujó un excepcional concierto el jueves en la última cita de Salón de Columnas de esta temporada. El joven cantaor jerezano, secundando por la formidable guitarra de Manuel Valencia, lograron descifrar todos los estilos del cante para meterse al público en los bolsillos desde el martinete con el que se hizo presente en la oscuridad del coqueto recinto. Se notó el run-run de las grandes noches desde ese cante inicial. David Lagos asombró de primeras por su voz, de impresionante caudal y aterciopelado acento, y después, y a medida de que el concierto iba quemando las etapas de los cantes, por su variedad de registros y la máxima entrega con la que casi nos tuvo sentados hasta la hora que le dio por llegar al lechero, quien como todo el mundo sabe es un personaje especialmente irregular en sus apariciones.
David partió el concierto en dos y cantó por soleá con especial cadencia, con ese compás armonioso y a veces sutil que hacen de este cante la maravilla de las maravillas, como la bellísima y sentida malagueña de Don Antonio Chacón, rematada después por cantes abandolaos de la serranía de Málaga, sentidos, preciosos. La parte inicial, sinceramente me conmovió, como la granaína del segundo arranque, limpia de cualquier impureza y especialmente bien acompasada por Manuel Valencia, que es un fenómeno del toque y que por siguiriyas, por ejemplo, lo bordó haciendo de cada trémolo una fascinante arquitectura musical, pero sin arabescos innecesarios. David Lagos cantó por todos los sitios, hasta por las bulerías de barra de Jerez, por cantiñas -rememorando a Chano, siempre Chano, inolvidable Chano-, se puso buleriero al final y se despidió por fandangos tras los que la concurrencia, puesta en pie, le despidió como a los grandes. Gran final de ciclo, aunque les recomiendo que no se pierdan el próximo jueves en la sala grande a Rocío Molina, que estrena mundialmente su obra 'Danzaora' en Logroño.
o Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja.
David partió el concierto en dos y cantó por soleá con especial cadencia, con ese compás armonioso y a veces sutil que hacen de este cante la maravilla de las maravillas, como la bellísima y sentida malagueña de Don Antonio Chacón, rematada después por cantes abandolaos de la serranía de Málaga, sentidos, preciosos. La parte inicial, sinceramente me conmovió, como la granaína del segundo arranque, limpia de cualquier impureza y especialmente bien acompasada por Manuel Valencia, que es un fenómeno del toque y que por siguiriyas, por ejemplo, lo bordó haciendo de cada trémolo una fascinante arquitectura musical, pero sin arabescos innecesarios. David Lagos cantó por todos los sitios, hasta por las bulerías de barra de Jerez, por cantiñas -rememorando a Chano, siempre Chano, inolvidable Chano-, se puso buleriero al final y se despidió por fandangos tras los que la concurrencia, puesta en pie, le despidió como a los grandes. Gran final de ciclo, aunque les recomiendo que no se pierdan el próximo jueves en la sala grande a Rocío Molina, que estrena mundialmente su obra 'Danzaora' en Logroño.
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