Rafael Azcona, de muchacho, en el sorteo de un inmenso jamón en el ruedo de La Manzanera
Lacalzada, jefe de personal de la plaza, sostiene el jamón. A la derecha, y en medio de dos niños, Rafael Azcona
Cuando Rafael Azcona bajaba al ruedo del viejo coso de La Manzanera lo que quería era emular a su ídolo; es decir, pasarse las reses lo más cerca posible sin el más mínimo ademán de contrariedad o miedo. Como Manolete: «Este hombre me dejó un recuerdo imborrable. No sé si templaba más o cargaba menos, pero era increíble verlo torear», dijo el guionista logroñés en una entrevista que le hicieron para la revista oficial de la plaza de toros de Madrid. Sin embargo, en esta vieja fotografía de un momento indeterminado de los años cincuenta, se observa a Rafael rodeado de amigos en el ruedo de la plaza mientras el jefe de personal del inmueble sujeta con su mano derecha un inmenso jamón. «Había sorteos de viandas en aquellas novilladas de verano que organizaba el empresario Ortega en la plaza de Logroño», recuerda el cronista Eduardo Gómez. La chavalería vivía las corridas y los premios con la algarabía propia de los grandes acontecimientos, y un jamón en la España de la posguerra y la autarquía era todo un acontecimiento. Y más todavía si se trataba de una pieza tan monumental como la de esta historia. Azcona, sin duda, vivió en estas fuentes para escribir 'Plácido', quizás 'La gran comilona' o 'La Vaquilla', maravillosas películas-retrato de una España casi desahuciada donde el hambre y la miseria a veces se reunían en una efímera paradoja que sólo alguien del talento de Rafael Azcona era capaz de vislumbrar. Rafael Azcona amaba el toreo: «Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla... Yo, que estaba muy fuerte en aquellos años, me encargaba de tirar la vaca al suelo, y entonces, bajaban Rafael y los otros amigos, que se resguardaban en la tapia, a dar unos lances», recordaba en un homenaje uno de sus compañeros de andanzas, Heliodoro Díaz.El propio guionista desveló a Pedro Mari Azofra que «nunca soñé con ser torero, aunque me hubiera gustado como a todo el mundo. No era un iluso y nunca me decidí. Entonces se daban en Logroño más de una docena de funciones de todo tipo. A todo se llamaba toros. Todo era 'toros'. Estaban personajes como Pepe Zamora, Migueliyo, Currillo, Barguilla...».
o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja en una sección que se titula 'La Retina de la Memoria'
Lacalzada, jefe de personal de la plaza, sostiene el jamón. A la derecha, y en medio de dos niños, Rafael Azcona
Cuando Rafael Azcona bajaba al ruedo del viejo coso de La Manzanera lo que quería era emular a su ídolo; es decir, pasarse las reses lo más cerca posible sin el más mínimo ademán de contrariedad o miedo. Como Manolete: «Este hombre me dejó un recuerdo imborrable. No sé si templaba más o cargaba menos, pero era increíble verlo torear», dijo el guionista logroñés en una entrevista que le hicieron para la revista oficial de la plaza de toros de Madrid. Sin embargo, en esta vieja fotografía de un momento indeterminado de los años cincuenta, se observa a Rafael rodeado de amigos en el ruedo de la plaza mientras el jefe de personal del inmueble sujeta con su mano derecha un inmenso jamón. «Había sorteos de viandas en aquellas novilladas de verano que organizaba el empresario Ortega en la plaza de Logroño», recuerda el cronista Eduardo Gómez. La chavalería vivía las corridas y los premios con la algarabía propia de los grandes acontecimientos, y un jamón en la España de la posguerra y la autarquía era todo un acontecimiento. Y más todavía si se trataba de una pieza tan monumental como la de esta historia. Azcona, sin duda, vivió en estas fuentes para escribir 'Plácido', quizás 'La gran comilona' o 'La Vaquilla', maravillosas películas-retrato de una España casi desahuciada donde el hambre y la miseria a veces se reunían en una efímera paradoja que sólo alguien del talento de Rafael Azcona era capaz de vislumbrar. Rafael Azcona amaba el toreo: «Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla... Yo, que estaba muy fuerte en aquellos años, me encargaba de tirar la vaca al suelo, y entonces, bajaban Rafael y los otros amigos, que se resguardaban en la tapia, a dar unos lances», recordaba en un homenaje uno de sus compañeros de andanzas, Heliodoro Díaz.El propio guionista desveló a Pedro Mari Azofra que «nunca soñé con ser torero, aunque me hubiera gustado como a todo el mundo. No era un iluso y nunca me decidí. Entonces se daban en Logroño más de una docena de funciones de todo tipo. A todo se llamaba toros. Todo era 'toros'. Estaban personajes como Pepe Zamora, Migueliyo, Currillo, Barguilla...».
o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja en una sección que se titula 'La Retina de la Memoria'