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| Eduardo Aznar. Foto: Javier Bergasa |
Ha causado cierto asombro y no poco revuelo en Internet el libro de Eduardo Aznar sobre la presencia de la lengua vasca en La Rioja desde tiempo inmemorial. Cosa que a estas alturas de la película me sigue asombrando aunque no sorprendiendo. ¿Qué es lo vasco? Cabe preguntarse, después de tantas décadas en las que el nacionalismo ha ido persiguiendo el grial de la diferenciación por encima de la verdadera identidad. Euskadi, la palabra, se la inventó Sabino Arana hace algo más de un siglo y significa algo así como bosque de euskos; es decir, un asombroso juego retórico para crear su nuevo símbolo nacional. La lengua es el principal rehén de los que han buscado la confrontación, de los que sostienen que el País Vasco es algo ajeno a esa realidad que se llama España y que está muy por encima de cualquier ideología política. Yo, que me siento español sin tratar de imponer nada a nadie, creo y sostengo que el idioma vasco –lingua navarrorum, lo llamaron los romanos, incluso vizcaíno que aparece en El Quijote– es una de las lenguas de España, como el catalán o el gallego, porque en España se han desarrollado y a pesar de los avatares históricos, en España se siguen hablando en libertad y armonía, aunque muchos de los antes perseguidos proclamen y actúen como los viejos perseguidores. En las glosas de San Millán también hay palabras en éuscaro y muchas zonas de La Rioja poseen infinidad de topónimos vascongados. Maravillas de la civilización, de la sagrada impureza de la tierra riojana, donde habitan recuerdos y legados de culturas como la romana, la judía, la vasca, la de los berones y pelendones, la mora bereber, esa infinidad de reyes navarros enterrados en Nájera y hasta la puerta abierta al mundo que supuso el Camino de Santiago. Es decir, España.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja, en una sección que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.
