Después de las dos lamentables tardes vividas en el inicio de la Feria de Abril, no me queda más remedio que decir una cosa: contra el falso torismo, toreo. El año pasado se cantó la Corrida de Conde de la Maza en Sevilla de una forma desaforada. A mí me pareció áspera, geniuda y sin fondo. Hubo dos toros mejores, los enlotó Oliva Soto, que como todo el mundo sabe no un es un torero que exija ni que lleve excesivamente toreados a los bureles. El tercero de aquella corrida tuvo movilidad, casta, pero no sé qué hubiera pasado si le hubieran sometido por abajo de verdad. No lo sé, pero me lo temo. Se hubiera apagado mucho antes.
La corrida del Conde de la Maza del lunes fue un pestiño; la de Dolores Aguirre, de ayer, una porquería insostenible en una feria de la categoria que tiene Sevilla. Se seleccionan los toros por nombre no por juego de las ganaderías. Y así nos va. Iván Fandiño se fue sin poder hacer nada; Oliva en su conformismo habitual es un torero de dos suspiros, quizá uno. Vilches se estrelló con fragancia, pero ahí se queda. Barrera, valiente; Cortés, inédito ¿y Alberto Aguilar?. Una pregunta: ¿A qué apoderado se le puede ocurrir ponerle ante una de Miura en Arles un día antes de presentarse en Sevilla con una de Dolores Aguirre? Respuesta: Simón Casas.
En fin. Así está el toreo. Por eso, y ante esto, recupero el faenón de José Tomás en Aguascalientes en el primero toro de la aciaga tarde de su corrida. Yo, humildemente, a esto le llamo torear.
