Verónica mecida de Morante. ANDRÉ VIARD |
Morante de la Puebla destila el toreo de una manera casi inexplicable, con una sutileza tan espumosa que su arsenal técnico pasa desapercibido merced a la hondura misteriosa de su compás. El domingo pasado en la última de las corridas de la miniferia organizada en Vistalegre (Madrid) por la empresa Taurodelta, el torero de la Puebla del Río cuajó una faena sencilamente magistral, única por su concepto, descarnadamente viva y que está destinada desde que nació a marcar el rumbo de la temporada. «Ha sido la mejor faena que le he visto en mi vida», dijo Diego Urdiales en el programa ‘Sol y Sombra’ de Punto Radio La Rioja: «La perfección técnica de su toreo es increíble, consigue hacer aparentemente fácil cosas que resultan extremadamente complejos. En esta corrida le vi cosas cosas impresionantes en el manejo de la altura de la muleta, de consentir y ayudar al toro a embestir. Luego, además, dice el toreo con tanta belleza, con tanta personalidad que es un privilegio verlo. Yo estuve allí puedo decir con orgullo de aficionado. De hecho, casi me quedé ronco de tanto vitorearlo». Con el hueco dejado por José Tomás –que ha vuelto a ponerse delante de becerras en el campo pero del que todavía no se sabe nada de su regreso a ciencia cierta– la figura de José Antonio Morante Camacho no deja de crecer y de lograr más adeptos a su causa: «Morantistas por los cuatro costados», se llaman y proclaman con camisetas allá donde actúa el torero de la Puebla. Ha llegado a un punto en que los aficionados se sorprenden a sí mismos contando y recordando el manojo de faenas grandes que ha sido capaz de realizar el torero sevillano en los últimos tiempos. De hecho, la figura del torero artista siempre iba unida a una cierta precariedad técnica que impedía la continuidad de las faenas de dicho corte. Pero en Morante, esa indigencia estructural de su toreo no existe y a estas condiciones hay que sumar una especie de recrecimiento brutal de su valor y de su amor propio. El artista, históricamente, era visto en el toreo como una rara avis misteriosa de aliento frágil.
SU AMBICIÓN. Morante puede ser frágil, sin embargo, está dotado de una ambición personal que aumenta cada temporada hasta convertirle en un torero capaz de brillar ante una áspera corrida de Victorino Martín en Sevilla, donde dejó una tarde memorable con el capote; o superar las broncas embestidas de aquel toro ‘Señorito’ de Juan Pedro Domecq el año pasado hasta lograr una de las faenas más profundas y meritorias de cuantas se han cuajado en los últimos tiempos en el coso del Baratillo. La consigna ya se ha disparado por las redes sociales del toreo: conviene no perderse a Morante porque con este matador aquellas musas que eran tan parcas en amores con Curro Romero y Rafael de Paula –a los que había que seguir cien tardes para ver una gran faena– son extremadamente generosas con un torero que está anunciado tres tardes en Sevilla, que se le espera en Valencia y Olivenza, que puede venir en primavera a Alfaro y que ya coquetea con el 12 de octubre para vérselas ante seis toros en La Maestranza de Sevilla. ¿Quién da más?
o El artista, históricamente, era visto en el toreo como una rara avis misteriosa y de aliento frágil
o Morante puede ser frágil, sin embargo, está dotado de una ambición personal que le hace crecer día a día
o «Morantistas por los cuatro costados», proclaman con camisetas allá donde actúa el torero. (Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja, la foto es de André Viard y el vídeo de Feria TV).