España es un país tremendamente divertido, tan emocionante como grotesco, tan esquizofrénico como apesadumbrado. No me extraña que los guardias reales caigan desmayados como tórtolas en verano ante el desolador panorama paranormal en el que convierten nuestros políticos la escena mediática. El lunes supimos por un acta de la ETA que el Gobierno de Zapatero mercadeaba con el Estado de Derecho en aquel bodrio de la tregua del Faisán. Asusta pensar que hubo un chivatazo, que después del atentado de la T4 se seguía hablando con los terroristas mientras los cuerpos de Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate yacían sepultados por los escombros de la famosa terminal y de la política pactista de un gobierno que sabía que se le agotaba el tiempo. Y para que no falte de nada ha vuelto a salir Aznar en la tele, delgado, escuchimizado, con ese bigote rasurado al uno y con una especie de mueca que ni es sonrisa ni llanto. Dice Aznar que los socialistas tienen un problema con la ley, pero olvida Josemari sus devaneos con Jaume Matas y esa querencia suya, tan hipocondríacamente liberal, por los Albertos y las Koplowitz, a los que regó con ese mismo oro con el que le ha pagado Murdoch. Rubalcaba debe de llevar meses sin responder a los periodistas porque sabe que España merece un gobierno que no mienta. A todo esto en Jerez robaron ayer un toro disecado mientras los pobrecitos/millonarios jugadores de la Selección Española de balompié jugaron un partido en Lituania sobre una especie de tierra verdosa que parecía traída de Fukushima mientras una señora jueza dictaminaba que el fin de semana habría liga. No sé si apuntarme a FAES con Aznar o pedirle a Jesús Caldera un hueco en la suya. Ambas molan, como España, como el toro robado en Jerez
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.