‘Cigala & Tango’ es la última propuesta del cantaor madrileño que trae aromas porteños y flamencos esta noche a Riojafórum
Diego El Cigala lleva casi diez años en la cúspide, desde que casi por casualidad se uniera con el pianista cubano Bebo Valdés para grabar uno de los discos más exitosos de la década: ‘Lágrimas negras’ (2003). El Cigala logró con el excelso teclista cubano un Grammy, tres Premios de la Música, un Ondas, cinco Premios Amigo, tres discos de Platino en España y varios más en Argentina, México y Venezuela. Pero además, ‘The New York Times’ lo tituló como el mejor disco del año. A partir de ahí, la revolución del flamenco y del Latin Jazz. Pero Diego, sobrino del gran Rafael Farina, no olvida ni por un segundo sus orígenes en el rastro de Madrid y recuerda con absoluta nitidez su presentación en Logroño en invierno de 1999, en los Jueves Flamencos del Salón de Columnas, con el Niño Josele a la guitarra, y en un ciclo en el que compartió cartel con La Macanita, Enrique de Melchor y Esperanza Fernández, entre otros.
–¡Qué tiempos aquellos!
–Íbamos de otra forma, pero felices, con mucha ilusión y con ganas de trabajar, de cantar, de hacer flamenco, de jugar con la música...
–¿Podía imaginar en aquellos años el éxito de Lágrimas Negras?
–Para nada... Eso sí, siempre he tenido una gran confianza en mí mismo y me ha encantado abrir puertas nuevas a mis oídos. He logrado cosas que no podía ni imaginar, pero ahora, con la perspectiva que me otorga el tiempo, lo mejor de todo ha sido conocer al gran Bebo Valdés, tanto por lo que me ha aportado como músico como por su forma de ser como persona. También estoy muy orgulloso de haber logrado esa simbiosis entre el flamenco y el Jazz y la música afrocubana, donde hemos tenido la oportunidad de descubrir y trabajar junto a músicos realmente extraordinarios, muchos de ellos desconocidos hasta ese momento en Europa.
–¿Ha entendido todo el flamenco estos nuevos caminos?
–Algunos no, pero da igual. Tampoco a Enrique Morente, que era un verdadero genio, le entendieron en muchas ocasiones; yo he bebido en sus fuentes ytengo pensado hacer algo con ‘El Pastor Bobo’ del disco ‘Omega’. A estas alturas paso de los flamencólicos, como él llamaba a las personas que siempre decían no a cualquier aventura musical que implicara buscar nuevos horizontes.
–¿Le da pereza empezar ahora una gira tan larga por América Latina?
–Un poco sí... pero estoy deseando empezar. Aunque no he parado de hacer cosas, estoy muy descansado y siento hambre de cantar, del contacto con el escenario, con los músicos, con el público. Es un privilegio y así lo vivo... Lo que abruma son los viajes, los aeropuertos, el escenario me ofrece un calor indómito.
–¿Por qué tangos?
–La historia surgió en Buenos Aires, en un bis para terminar un concierto, me dio por hacer una cosita por ahí y después de las ovaciones de la gente ya no pude parar. De alguna manera el flamenco y el tango suponen el látido íntimo de un dolor que acosa: existe aventura, amor, desconsuelos, rabias, mucho corazón, mucha noche que se desparrama. Al fin y al cabo son músicas que nacen del alma.
–¿Sigue rebuscando en su interior la música?
–Siempre, pero con los oídos muy abiertos hacia lo que pasa fuera. Ahora estoy como muy flipado con Óscar de León. ¡Cómo canta este tío! Es increíble... Él hace una especie de ranchera que ha cantado en España María Jiménez y que no paro de pensarla poniéndole mi propio ritmo flamenco por rumba. Por cierto ¿han oído a Óscar de León? Es que es increíble como canta.
o «No paro de hacer cosas; me dicen que estoy loco». «La música como alimento del alma es el fundamento de ‘Cigala Music’, que así se llama el sello discográfico que acabo de lanzar. La verdad es que no paro de hacer cosas y todos me dicen que estoy loco, pero como músico me apetece y siento la necesidad de meterme esas aventuras», dice Diego. Una de los discos es ‘Orate’, de Diego del Morao, heredero de una de las sagas de tocaores más importantes de Jerez: «No veas cómo suena, es impresionante y estoy muy orgulloso de colaborar con él». ‘Guantánamo changüí’, es obra del contrabajista de su banda Yelsy Heredia (Santiago de Cuba, 1978): «Es un cubano aflamencao». También hay otro disco de Jerry González (Nueva York, 1949), un saxofonista afincado en España desde 2000 con el que colaboró en su disco ‘Jerry y los piratas del flamenco’: «Este tipo es un crack», pero hay más ya que previstos del sello serán en clave de flamenco: los nuevos álbumes del guitarrista Manuel Parrilla (que actuó hace unos días con Pansequito en Logroño), y de la cantaora Remedios Amaya.
o Esta entrevista la he publicado hoy en Diario La Rioja.
Diego El Cigala lleva casi diez años en la cúspide, desde que casi por casualidad se uniera con el pianista cubano Bebo Valdés para grabar uno de los discos más exitosos de la década: ‘Lágrimas negras’ (2003). El Cigala logró con el excelso teclista cubano un Grammy, tres Premios de la Música, un Ondas, cinco Premios Amigo, tres discos de Platino en España y varios más en Argentina, México y Venezuela. Pero además, ‘The New York Times’ lo tituló como el mejor disco del año. A partir de ahí, la revolución del flamenco y del Latin Jazz. Pero Diego, sobrino del gran Rafael Farina, no olvida ni por un segundo sus orígenes en el rastro de Madrid y recuerda con absoluta nitidez su presentación en Logroño en invierno de 1999, en los Jueves Flamencos del Salón de Columnas, con el Niño Josele a la guitarra, y en un ciclo en el que compartió cartel con La Macanita, Enrique de Melchor y Esperanza Fernández, entre otros.
–¡Qué tiempos aquellos!
–Íbamos de otra forma, pero felices, con mucha ilusión y con ganas de trabajar, de cantar, de hacer flamenco, de jugar con la música...
–¿Podía imaginar en aquellos años el éxito de Lágrimas Negras?
–Para nada... Eso sí, siempre he tenido una gran confianza en mí mismo y me ha encantado abrir puertas nuevas a mis oídos. He logrado cosas que no podía ni imaginar, pero ahora, con la perspectiva que me otorga el tiempo, lo mejor de todo ha sido conocer al gran Bebo Valdés, tanto por lo que me ha aportado como músico como por su forma de ser como persona. También estoy muy orgulloso de haber logrado esa simbiosis entre el flamenco y el Jazz y la música afrocubana, donde hemos tenido la oportunidad de descubrir y trabajar junto a músicos realmente extraordinarios, muchos de ellos desconocidos hasta ese momento en Europa.
–¿Ha entendido todo el flamenco estos nuevos caminos?
–Algunos no, pero da igual. Tampoco a Enrique Morente, que era un verdadero genio, le entendieron en muchas ocasiones; yo he bebido en sus fuentes ytengo pensado hacer algo con ‘El Pastor Bobo’ del disco ‘Omega’. A estas alturas paso de los flamencólicos, como él llamaba a las personas que siempre decían no a cualquier aventura musical que implicara buscar nuevos horizontes.
–¿Le da pereza empezar ahora una gira tan larga por América Latina?
–Un poco sí... pero estoy deseando empezar. Aunque no he parado de hacer cosas, estoy muy descansado y siento hambre de cantar, del contacto con el escenario, con los músicos, con el público. Es un privilegio y así lo vivo... Lo que abruma son los viajes, los aeropuertos, el escenario me ofrece un calor indómito.
–¿Por qué tangos?
–La historia surgió en Buenos Aires, en un bis para terminar un concierto, me dio por hacer una cosita por ahí y después de las ovaciones de la gente ya no pude parar. De alguna manera el flamenco y el tango suponen el látido íntimo de un dolor que acosa: existe aventura, amor, desconsuelos, rabias, mucho corazón, mucha noche que se desparrama. Al fin y al cabo son músicas que nacen del alma.
–¿Sigue rebuscando en su interior la música?
–Siempre, pero con los oídos muy abiertos hacia lo que pasa fuera. Ahora estoy como muy flipado con Óscar de León. ¡Cómo canta este tío! Es increíble... Él hace una especie de ranchera que ha cantado en España María Jiménez y que no paro de pensarla poniéndole mi propio ritmo flamenco por rumba. Por cierto ¿han oído a Óscar de León? Es que es increíble como canta.
o «No paro de hacer cosas; me dicen que estoy loco». «La música como alimento del alma es el fundamento de ‘Cigala Music’, que así se llama el sello discográfico que acabo de lanzar. La verdad es que no paro de hacer cosas y todos me dicen que estoy loco, pero como músico me apetece y siento la necesidad de meterme esas aventuras», dice Diego. Una de los discos es ‘Orate’, de Diego del Morao, heredero de una de las sagas de tocaores más importantes de Jerez: «No veas cómo suena, es impresionante y estoy muy orgulloso de colaborar con él». ‘Guantánamo changüí’, es obra del contrabajista de su banda Yelsy Heredia (Santiago de Cuba, 1978): «Es un cubano aflamencao». También hay otro disco de Jerry González (Nueva York, 1949), un saxofonista afincado en España desde 2000 con el que colaboró en su disco ‘Jerry y los piratas del flamenco’: «Este tipo es un crack», pero hay más ya que previstos del sello serán en clave de flamenco: los nuevos álbumes del guitarrista Manuel Parrilla (que actuó hace unos días con Pansequito en Logroño), y de la cantaora Remedios Amaya.
o Esta entrevista la he publicado hoy en Diario La Rioja.