Juan Cortés Duquende concelebró el jueves junto a la afición de Logroño un bellísimo y sentido homenaje a la figura de Camarón de la Isla en un gran concierto. El cantaor catalán transitó por los palos claves de la esencia camaronera imprimiendo en casi cada compás, en cada tercio, en cada rajo, ese sentimiento gitano del que se hizo estandarte aquel gitanillo rubio que pasó a la leyenda sin proponerse otra cosa que no fuera cantar con ese ansia de dulce aventura con el que fue desgajando su vida como el que se come una naranja, gajo a gajo, como si el primero fuera el último, como si el último el primero. El jueves, en el primer concierto del ciclo que se celebra en el Salón de Columnas, Duquende, que admira a Camarón y que le canta por su vereda como nadie lo ha hecho, ofreció un recital enorme con momentos especialmente hondos como esa soleá por bulerías con el golpe de inspiración en los dedos de Chicuelo, y en su garganta para poner, por momentos, un nudo en el alma de los aficionados que suspiran por Camarón –que somos muchos– y que al cerrar los ojos parecían trasladarse a otros tiempos y otros escenarios que se han convertido en míticos e insondables. Hubo tangos, fandangos y unas bellísmas alegrías de Cádiz en las que literalmente se salió Duquende trasladando el mismísimo malecón de la Tacita de Plata hasta la fuente de Canaletas, sin un esfuerzo, sin un golpe de respiración aleatorio, logrando hacernos palpitar en una de esas siguriyas que no se olvidan, en la que lo bordó cantando el «Dicen de mí / que me amenaza el tiempo / dicen de mí / que si yo estoy vivo o muerto / y yo les digo, les digo y digo / Mientras mi corazoncillo hierva / yo voy a vencer a mi enemigo». Duquende cantó también algún requiebro de Paco de Lucía, una bellísima malagueña en tono de granaína, la del Jardín de Venus, y paseó, en fin, por casi todas las esquinas de los imaginarios salones del cante flamenco, del cante que conmueve porque tiene el sello de lo auténtico, de lo que no se puede definir porque es en esencia indefinible. Y ¡viva Camarón!, que revive cada día en el cante de este gitanito catalán, también menudo y también rubio.
o Esta crítica la he publicado en Diario La Rioja.