No hay cosa que soporte peor que la publicidad que se está dando estos días a esa especie de rueda de prensa de etarras vestidos con el capirote del Ku-Klux-Klan y la txapela insertada hasta las mejillas taponando cualquier atisbo de razón de sus criminales cabezotas. Tampoco llevo bien ni a sus cómplices ni a las decenas de voceros que hablan del proceso de paz como quien lo hace del IVA o del IBEX-35. Los tres tipos compusieron un panorama dantesco, desolador, con la ikurriña a un lado, y sus dos banderas de Navarra al otro, la de las cadenas de las Navas de Tolosa y la arrano beltza de Sancho VII, que en su increíble delirio la hacen alternativa de la primera y la lucen como enseña propia y abertzale. El hacha y la serpiente asesinas presiden un cotarro de una banda de matarifes iluminados que han causado tanto dolor a este país que parece inmoral darles el más mínimo cuartelillo cuando están en plena agonía, a un paso de la desaparición protagonizando mucho más papel ahora que cuando segaban familias enteras, guardias civiles, periodistas, empleados de banca… Sólo tienen un interés: las próximas elecciones. Mientras tanto, sesudos analistas próximos a los despachos de Sabin Etxea ponen en valor –así se expresan– su nueva inquietud por la paz, sus deseos de reincorporarse a la vida civil. Pero es mentira, es una nueva estratagema para sobrevivir en su naufragio de muerte y odio, para alimentar una esperanza que sólo puede redimirse con su rendición incondicional, sin otras palabras que la entrega de las armas y la petición de perdón por tanta muerte incorporada a ese ritual cavernícola de símbolos que tanto parecen deslumbrar a una parte de la sociedad fascinada por el fin de algo que hace muchos años que se ha terminado. ETA está derrotada y lo demás es mentira.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.