Carmen Linares es una cantaora providencial porque un concierto suyo siempre es algo balsámico; tiene la soberbia e inaudita capacidad de curar toda suerte de males, hasta los que se derivan de la melancolía, que son los dolores más taciturnos e indeseables. Hacía tiempo que esta dama grande del flamenco no paraba por Logroño y nos la encontramos más sutil que nunca, pero quizás menos efímera, con unos sabores extremadamente largos en una garganta refinada en amores y en vida, en una garganta sincrética por todas las sabidurías que es capaz de atesorar pero más melosa que nunca, con esa fragancia rota que siempre la ha acompañado pero sin el más mínimo contacto con el grito o la sobreactuación. Carmen es, además, un prodigio de elegancia; todo lo que toca con su cante lo tamiza de tal manera que lo persuade de cualquier victimismo para que se nos cuele hasta el alma por el tímpano sin un dolor y en un suspiro. El concierto tuvo dos partes, la de los cantes clásicos con letras populares, insondables, también cristalinas, donde emocionó con una taranta increíble con la guitarra de Pedro Barragán, que cada día se duele mejor; y otra realmente memorable de la mano de poetas singulares e irrepetibles como Federico García Lorca o Juan Ramón Jiménez. Bellísimas las composiciones, templado el juego de las sonantas, y personalísima la voz de una Carmen Linares que anda ahora con Miguel Hernández en un espectáculo colosal que la afición de La Rioja no se merece perder. Han empezado los Jueves Flamencos del Teatro Bretón como siempre, con el listón por las nubes, a sabiendas de que en el cartel existen nombres tan poderosos como Duquende, Pansequito, Mariana de Cádiz, Cancanilla de Málaga, David Lagos o Rocío Molina. ¿Quién dijo crisis?
o Esta crítica la he publicado hoy en Diario La Rioja; la foto es de Alfredo Iglesias.
o Esta crítica la he publicado hoy en Diario La Rioja; la foto es de Alfredo Iglesias.