Foto: Julio Muñoz |
o «He intentado durante toda mi vida mantener al máximo una línea de honestidad total»
o «Es increíble, pero el flamenco siempre te sorprende, siempre te acaba enseñando»
o «Chano Lobato era un prodigio por cómo contaba y cantaba las cosas que había vivido»
Carmen Linares regresa a Logroño (Teatro Bretón, 21 horas) con varios poetas bajo el compás de su alma de cantaora auténtica. Viene con el espectáculo ‘Jondo y Poesía’ y lo hace para tributar un sentido homenaje a la voz del pueblo (el coplerío bellísimo e inaudito del acervo flamenco) y las voces de sus poetas del corazón: los versos de Antonio Machado, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández.
–¿Con qué voces se siente más identificada?
–Con las dos, las letras tradicionales del flamenco son realmente bellísimas, expresan un dolor, unos sentimientos tan profundos y tan honestos que las han convertido en una de las principales fuentes de riqueza de nuestro arte. El pueblo es muy sabio y cuando se escribieron se hacía con las vísceras, con la realidad absolutamente a flor de piel. Luego está la poesía de autor, la llamada poesía culta, y existen poetas que ofrecen unas sensaciones y un temblor muy especial y diferente: García Lorca, Miguel Hernández, Machado, Juan Ramón Jiménez, cada uno con su personalidad, con su estilo, con su manera de escribir también te hacen reconocer nuevos espacios donde el flamenco tiene la capacidad de expresarse con una hondura realmente especial y sorprendente.
–¿Resulta complejo técnicamente introducir estos versos en el compás flamenco?
–Cada autor es diferente, no se puede comparar el trabajo que realicé con Manolo Sanlúcar –‘Locura de Brisa y Trino’– con poemas de Federico García Lorca, o el desarrollo que ha planteado Juan Carlos Romero en ‘Raíces y Alas’, el disco con poemas de Juan Ramón Jiménez. Son historias cada una de ellas muy diferentes entre sí; ahora estoy con Miguel Hernández y la manera que tiene de expresar los sentimientos este poeta es tan sutil que supone como un reencuentro con muchas cosas tan hermosas y delicadas como el amor, la infancia o la tristeza. Cada uno es diferente y la complejidad va mucho más allá de cuadrar una letra a un determinado compás.
–Toda la afición y la crítica reconoce en usted una complejidad creativa sobresaliente y un buen hacer artístico intachable. ¿Cómo lo percibe desde dentro?
–Con reciprocidad. He intentado durante toda mi vida de artista mantener al máximo una línea de honestidad total tanto como cantaora a la hora de subirme en un escenario como fuera de él. Es más, pienso en mí cuando era joven y veo que en ese sentido tenía las cosas tan claras entonces como las siento ahora. Lo que he tenido siempre muy presente es que no podía cantar tal y como se hacía hace cien años; siempre he ido buscando mis historias, mis vivencias, que son cuestiones claves para comunicarme con el público. Pero la verdad es que me siento muy reconocida por los aficionados y por las prensa.
–¿Lo sabe todo del flamenco?
–Eso es imposible, lo grande, lo verdaderamente increíble de esto es que siempre puedes aprender cosas; el flamenco siempre te sorprende, siempre te acaba enseñando. Hay conciertos en los que me siento muy feliz cantando por soleá, otros por siguiriyas, por los cantes de mi tierra... No sé, todos son un poco como mis hijos y como tales los siento.
–¿Le ha afectado la muerte de Enrique Morente?
–Muchísimo, tanto a nivel personal como profesionalmente. Tengo la íntima sensación de que desde que se ha muerto Enrique yo no soy la misma persona. Estábamos muy unidos; vivimos juntos nuestros inicios en Madrid, en la peña Charlot, compartimos escenarios en infinidad ocasiones, pero es que además éramos amigos personales, con hijos de la misma edad, con inquietudes similares.
–¿Y en la esfera cantaora?
–Creo que se ha muerto un genio, un artista irrepetible y singular al máximo. Amaba y conocía el flamenco como nadie pero además tenía una inquietud intelectual por enriquecerlo extrema. Enrique, aunque muchos lo criticaron, ha sido una de las figuras imprescindibles de la historia del cante; él amaba el arte, la poesía, la pintura... y todo ello lo reflejaba después en sus cantes.
–¿Qué opinión le merece la declaración de la UNESCO sobre el flamenco?
–Nosotros ya sabíamos que era patrimonio de la humanidad, pero que se reconozca en el mundo entero su valor es muy importante. El flamenco goza de una gran salud.
–También nos ha dejado Chano Lobato...
–El maestro era un prodigio de flamencura en todos sus ámbitos, gracias a su entrega, a su conocimiento, a la intensidad de sus vivencias y la capacidad que tenía de compartirlas en el escenario. Él tuvo que vivir años muy duros en los que el flamenco carecía del reconocimiento social del que goza ahora y lo hizo con una dignidad increíble. Era un artista especial, muy especial, y dotado de una gran generosidad. (Esta entrevista la he publicado hoy en Diario La Rioja).