Manuel González mantuvo el prestigio de la plaza de Logroño al no conceder a El Fandi la segunda oreja tras una faena vulgar y una estocada caída
Un presidente en una plaza de toros tiene muchísima más importancia de lo que la mayoría de los taurinos pregona. Es más, la mayor parte de las veces que los taurinos hablan de los que habitan los palcos lo hacen para cuestionar algo tan íntimo como es su ‘sensibilidad’; que es como muchos profesionales denominan a la facilidad con la que sueltan los pañuelos para conceder orejas: a más trofeos más sensible les parece el usía, aunque no hayan hablado con él en su vida ni para comentar, por ejemplo, algún pasaje de ‘Platero y yo’, la inmortal obra de Juan Ramón Jiménez: «Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos», recitan muchos taurinos que yo me sé como salmodia ante su apabullante alma sensible por todos los callejones cuando las corridas les parecen tan aburridas como la que deparó la divisa de Torrestrella.
Pero hablando de la importancia de un presidente, ayer Manuel González dio una verdadera lección de coherencia y salvó con la decisión de no conceder la segunda oreja a David Fandila ‘El Fandi’ el prestigio acumulado en años de seriedad de nuestro imponente coso. A veces la mesura es un grado, pero tras una faena tan tibia como la que facturó el granadino al único buen toro de la corrida y una estocada tan desprendida, la decisión de Manuel González mantuvo en su sitio el pabellón de una plaza que si pide el toro serio y el segundo puyazo no puede caer por el precipicio de la vulgaridad y la tómbola orejil que se consigue con tanta petición insulsa tras una faena demagógica en la que dio infinidad de muletazos pero prácticamente ninguno reseseñable. Manuel González se llevó una pitada, apenas un grupo de aficionados le aplaudió después, y aunque a muchos taurinos les parezca un hombre sin corazón, yo me quito mi imaginario sombrero para alabar su coherencia en el palco, su criterio y su capacidad para no dejarse influir por los denominados factores externos. Por cierto, me decepcionó profundamente la corrida de Torrestrella por la fragilidad de su ánimo y por el poco fondo que sacó en su conjunto. Excepto el tercero, que tuvo mucha movilidad, casta a raudales aunque no anduvo sobrado de clase, todos los toros acabaron viniéndose literalmente abajo, especialmente el lote de Diego Urdiales.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja y la foto es de Justo Rodríguez.