Decepcionante corrida de toros en La Ribera mientras en Cataluña el Parlament toma la decisión de blindar los llamados correbous. ¡Con un par!
Mientras Pablo Hermoso de Mendoza a caballo y Leandro y Daniel Luque, al alimón cos sus respectivos toros, aburrían a la afición logroñesa en la tarde de ayer, los señores parlamentarios nacionalistas de la Cámara catalana tomaron una decisión tan histórica como cínica: blindar los correbous dos meses después de prohibir las corridas de toros. Con un par; es decir, la materialización legal de un auténtico ejercicio del peor maquiavelismo político que pone bien a las claras ese amor de sus señorías por la especie bovina de lidia a la que aseguran amar, defender y lo que es peor, proteger. Si alguien tenía alguna duda de que el prohibicionismo catalán residía sólo en una decisión de carácter político, entre ellos al parecer José Luis Rodríguez Zapatero, que pidió desde la Moncloa al Partido Popular que no tratara de hacer causa electoral con este asunto, con esta soberana medida queda resuelto el enigma: los toros escuecen porque desde la torva versión de nacionalismo catalán excluyente –aunque nacionalismo y excluyente me temo que son palabras sinónimas– son españoles, centralistas y si se me apura hasta del Real Madrid, que es lo peor en ese imaginario catalanista ridículo y pacato que se ha establecido en la que fue una de las sociedades más liberales de España. Con esta votación queda meridianamente claro que la decisión nacionalista había ido al tuétano de lo que ellos consideran como lo español, sin detenerse un segundo acaso en que el toreo es una manifestación cultural universal (se dan corridas en Francia, Portugal, México, Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela y Bolivia) y que se puede ser perfectamente español, incluso nacionalista español, y tan antitaurino como Espido Freire, o tan mexicana, antitaurina y contertulia de Federico Jiménez Losantos como Olvido Gara, que se desnudó de espaldas para hacer un anuncio en la que a guisa de San Sebastián, pero al revés, aparecía asaeteada por un grupito de lánguidas banderillas de colores. El correbous son encierros con sueltas de toros por las calles, pero en las tierras del Ebro concitan el interés y son una tradición catalana y por lo tanto nada tienen ver con España. Es alucinante la perversión moral del asunto y la falta de decisión política del PSOE, tanto de lo que queda de él en Cataluña como en el resto de España, donde se sitúa de perfil sin decir claramente a sus electores lo que piensa del asunto. Hace unos días Trinidad Jiménez iba a los toros en una barrera en San Sebastián de los Reyes, y ayer mismo se destapó asegurando con calculada ambigüedad que «con carácter general» está de acuerdo con la asociación que quiere plantear la prohibición de las corridas en la Comunidad de Madrid. Trini es el archiejemplo (si se me permite el palabro) de ese doble lenguaje socialista que cada día me pone más nervioso. Por otra parte, la corrida de ayer fue un tostón: Pablo no tuvo toros, Leandro tuvo uno bueno y no se acopló y el sevillano Daniel Luque deambuló por el ruedo sin alma y, además, se puso muy pesado.
o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja; la foto es de Justo Rodríguez.