miércoles, 18 de agosto de 2010

EL TOREO ES GRANDEZA

El toreo es grandeza, así se titula una deliciosa novelita de Joaquín Vidal en la que relataba con su incomparable estilo la urdimbre de la corrida de toros; los personajes y los protagonistas que pululan por un mundo fascinante en el que las miserias y la enjundia se multiplicaban por mil a través de vericuetos imaginados, de hazañas mil veces repetidas, de faenas fantásticas, de embustes, de la muerte misma -para nada inventada- de ese suceso trágico que supone el sacrificio de un toro en una tarde de sol y la inaudita gallardía de un intérprete, el torero, que es capaz de olvidarse de su vida por ser capaz de tirar con la zurda de la arrancada de un animal glorioso para llevarla al infinito.
El toreo es grandeza, con sus pequeñeces, con la cobardía de tantos profesionales y la incapacidad de otros tantos para poner las cosas en su sitio, para no consentir que se arrumbe en una estantería de libros huérfanos de aliento la vida de tantos hombres justos que han derramado su sangre, sus esperanzas, su ser más íntimo, por sentir exactamente eso que se llama torear.
Siempre había pensado que existían muchas clases de toreros: los medrosos, los valientes, los artistas, toreros poderosos, los frágiles, los indecisos, los largos, los que presumían en los cafés de llevar coleta natural, los enchufados, los hijos de los señoritos, los toreros señoritos, los rudos, los estilistas, las figuras, los veteranos, los que estaban de vuelta, los inmarcesibles, los inconmensurables.
Pero estaba en un error porque a estas alturas de mi vida sólo creo que existen dos tipos de toreros: los que sienten lo que hacen y los que no. Los que en cada lance empeñan su corazón y los que torean con ese aire vagamente inexpresivo que mostraron toda la tarde de ayer Miguel Abellán o 'El Fandi'. Y tantos otros que hacen el paseíllo como quien se toma un café. El toreo es grandeza escribía Joaquín Vidal y suscribe el arriba firmante a pesar del dolor que me ha causado esta feria desvanecida en la que ni Pablo Hermoso de Mendoza -ese genio- nos ha rescatado del sopor.


o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja y la foto corresponde a la escandalosa corrida del pasado lunes en Alfaro y es obra de Miguel Herreros.

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