Esta es la crónica de Antonio Lorca en El País de hoy. No voy a juzgar el estilo, lo preclaro del lenguaje de Antonio Lorca, pero me parece patético el aura intelectualoide con la que juzga lo sucedido y la poca consideración con la que trata a la afición de Barcelona. Lorca vuelve a errar el tiro y en vez de cuestionarse algo tan brutal como es la prohibición nos ofrece una lección de melancolía. ¿A qué juega? me pregunto. No creo que ni lo sepa, me respondo.
El festejo estuvo precedido por algunos momentos sentimentales, de esos que te ponen los vellos de punta si eres de lágrima fácil. Minutos antes de las siete, hora de comienzo de la corrida, se pidió silencio por los altavoces y dijo una voz popular: "Se informa a los señores aficionados que la banda interpretará durante el paseíllo Els Segadors, el himno de Cataluña, para demostrar que los toros son de Cataluña". Pues, vale... Si usted lo dice... El público irrumpió con una atronadora ovación, pero hay que reconocer que el autor de la frase se cubrió de gloria. El director, impaciente, atacó con las notas musicales antes de que los alguacilillos se hicieran presentes en el ruedo. Los espectadores, de pie, respetuosos, entre emocionados y festivos, escucharon el himno que acabó con la apoteosis final, entre gritos de "libertad, libertad" y senyeras al viento.Nada quedó para el recuerdo, todo fue de una pobreza lamentable Lo de ayer nunca debió celebrarse. O es la triste realidad que no se quiere ver
Salen, por fin, las cuadrillas -obligada ovación de los turistas a los dos señores de negro montados a caballo-, y transcurre el paseíllo entre el jolgorio general. Pero quedaba la sorpresa de la tarde: cuando desaparecen los picadores por la puerta de cuadrillas hacen su entrada en el ruedo unas cincuenta personas portando banderas catalanas y pancartas alusivas a la defensa de la fiesta; dan la vuelta al ruedo con despaciosidad y alegría, mientras la plaza entera jalea la iniciativa. Curiosa e insólita manifestación de apoyo, -ilegal a todas luces, pues el ruedo es exclusivo de los toreros-, pero comprensible en estos momentos de grave incertidumbre taurina en esta Comunidad. Antes de la procesión, sobre las cinco y media de la tarde, se celebró en los aledaños de la plaza una concentración de unos 150 aficionados, que se enfrentaron verbalmente a varias decenas de antitaurinos con un cruce permanente de insultos y algún amago de enfrentamiento que impidió la policía. El asunto no llegó a mayores y hubo escaso material informativo para la pléyade de periodistas -casi tantos como manifestantes- que se dio cita y que aprovecharon la presencia del diestro Serafín Marín para convertirlo en portavoz de los aficionados.
En fin, todo muy bonito y reivindicativo. Todo hubiera sido muy interesante si la tarde hubiera superado la difícil prueba del algodón.... (Para seguir leyendo pinchar aquí)
o La crónica se titula La difícil prueba del algodón (para morirse)