No carga la suerte, tampoco tiene la pierna contraria retrasada, pero está absolutamente relajado, naturalmente asentado, aislado, sí en mitad del ruedo pero en absoluta soledad, encerrado en sí mismo como Francis Bacon en su estudio.
Y torea para sí, sin miramiento alguno, con ese loco afán de lancear despacio, de andar despacio, de deshacerse por dentro con la máxima lentitud que su cuerpo le permita expresar.
Morante al natural en Madrid hace unas horas. Y la plaza, casi en silencio...