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| El clon juega al balompié. Foto: Fernando Díaz |
Ha nacido 'Got', hijo de 'Vasito', mejor dicho, réplica exacta y clónica de un añorado semental de Guardiola -línea Pedrajas, para ser más concreto- que ha revivido un grupo de científicos en el vientre de 'Leonis', una oronda vaca frisona de Frómista, que para pacer no debe de ser un mal sitio a pesar de que ella se contentaría triscando en cualquier cerrado. Las crónicas aseguran que el becerrillo clon está sano, que pesa unos 25 kilos y que por el momento no se sabe muy bien si se parecerá a su padre (por lo de los cuernos) o sacará las tetas de su madre, amplias, redondeadas y productivas como un plan quinquenal, como una primavera con luna. Sin embargo, aunque parezca una peli de ciencia ficción, a mí no me hace mucha gracia lo de clonar toros, perros, ovejas o niños. ¡Para qué clonarlos, si nos los podemos comer!, digo. Personalmente creo que sería incapaz de resistir a un niño clonado. Sin ir más lejos, mi hijo pequeño, del que dicen que es igual que yo, me comentaba que en su interior tenía tres cables (el del amor, el del portarse bien y el del portarse mal), y que en la medida que se iban cruzando entre sí y por esas cosas que tiene la vida, de tal suerte se desarrollaba su cotidiano devenir. Si se unen el del amor y el del buen comportamiento, amanece un día cariñoso; si sale malo, es que la culpa la tiene el cable rebelde que se impone al santo. Pero cuando se une el de la rebeldía y el cable bueno, el malo levita y sulfuroso vence. De ahí que por una ley de probabilidades, de cada tres jornadas, dos son de mal rollo. Es decir, el hijo de su madre sólo sale al padre un día de cada trino. Vamos, clonación a la carta: como 'Got', que dos días da leche y uno se hincha a propinar cornadas.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se llama Mira por dónde.
