Foto: Juan Marín |
Pablo Hermoso de Mendoza ha convertido el arte del rejoneo en una disciplina alucinante porque es capaz de hacer con sus caballos y ante el toro verdaderas faenas, cabriolas y piruetas, trincherazos, desplantes y contorsiones que parecen imposibles por inauditos. Pablo ha logrado la belleza más serena del toreo a caballo y ha convertido en sutil armonía la violencia misma del encuentro de dos animales antagónicos. Sin levantar una mota de polvo conjuga varios verbos taurinos sin un solo estrambote: parar, templar, mandar y cargar la suerte, que decía el maestro Domingo Ortega, hijo de Borox, paleto y amigo a la vez de Ortega y Gasset, Cossío o Díaz Cañabate.
Pablo Hermoso de Mendoza es el mejor rejoneador de toda la historia del toreo, el más innovador, el más técnico y el que más ha sabido hacer llegar a los aficionados su concepto del toreo a caballo, tanto por sus cualidades como por su enorme capacidad para conectar con los tendidos, porque Pablo torea con el alma, porque Hermoso de Mendoza se fusiona con los espectadores porque cada uno de los lances que dibuja en el albero los saca de ese espacio indómito donde habitan los sentimientos.
Veinte años en la cumbre hablan por sí solos de su capacidad, de esa fuerza interior que derrocha para lograr torear cada día más despacio, con más armonía, con esa rara fragilidad de acero con la que anda de costado con 'Chenel' para resolver cada recorrido después con un bellísimo remate por los adentros en el que la embestida parece ya de seda, o con esas banderillas aladas que clava en todo lo alto con una suavidad para engañar sin mentir al toro yéndose siempre a la verdad, y el precipicio, donde yace el pitón contrario.
Pablo, el maestro, es el sumo pontífice del rejoneo, el íntimo y verdadero creador del toreo a caballo porque ha convertido cada lidia en una auténtica sinfonía de elegancia y riesgo, de colocación y magia.
Y es, además, un renovador, un adelantado a su tiempo… Un torero que el destino ha querido colocar en el nuestro haciéndonos así profundamente dichosos poder contemplarlo.
o He tenido la suerte de escribir este texto para el programa oficial editado por el Club Cocherito de Bilbao para las celebraciones de su 100 aniversario. El estellés ha cuajado hoy con Chenel una obra de arte realmente inolvidable.