No tengo palabras, ni creo que nunca las vaya a tener para explicarme lo que debe de ser el ser torero, el arriesgar la vida a cada en cada lance, en cada envite, casi en cada paso por el ruedo.
No tengo palabras para describir lo salvaje y cruel del toreo, su grandeza, su infinita miseria. Me siento miserable, me siento roto en mi interior de aficionado por lo sublime de la entrega de los toreros, por darse frente al toro en la máxima expresión de su ser, con una dignidad para nada remota y mucho menos convencional.
No tengo palabras para expresar lo que admiro a los hombres que son capaces de enfrentar la muerte cada tarde con tan hermosa majeza, con tan sutil dignidad. Suerte Julio. Y gracias por tu entrega, que es toda nuestra dicha, nuestro refugio y casi, casi, nuestra única esperanza.