A veces las corridas de toros pagan un altísimo precio. La vida y la muerte se dan la mano en apenas un segundo. Y exactamente un segundo, acaso menos, le bastó al toro ‘Masajista’ para llevarse por delante al caballo ‘Chorongo’, de Álvaro Montes, que precisamente debutaba ayer en España. Una cornada certera le partió el corazón en dos y en menos de lo que dura ese segundo maldito dejó su vida entera en el amarillento ruedo del coso de Pignatelli, que asistió incrédulo y conmocionado a unos momentos para los que nadie está preparado pero que de vez en cuando sacuden el cimiento de una fiesta en la que lo que se juega tiene que ver exactamente con lo que más nos importa: la existencia. Quizás, el rejoneador jienense no había medido bien los tiempos en el embroque, y después de citar, el toro hizo presa sin miramientos. Derribó al caballo y al jinete y en suelo hincó su pitón afeitado llegando exactamente al corazón del equino. No le dio tiempo a ‘Chorongo’ casi ni a levantarse; se derrumbó muerto todo él en un segundo mientras las asistencias llevaban al torero zaherido a la enfermería. Triste espectáculo; duro, durísimo, pero auténtico. En el toreo, incluso en las corridas de rejones con toros afeitados, las astas llevan prendidas un turbio rumor de muerte.
La corrida, como es lógico, tuvo en ese momento un punto de inflexión y hubo de salir Rui Fernandes, como director de lidia, a despenar a aquel toro propiciatorio. Sergio Galán se había llevado antes una orejita de regaliz y cuando compareció Sergio Domínguez la corrida pesaba mucho por los acontecimientos vividos y por el descastado juego de los nulos astados de Antonio San Román. Sin embargo, espoleado por esa íntima ansia de aventura que tiene los toreros que se precien de serlo, el rejoneador de Calahorra firmó, de lejos, la mejor actuación de la tarde y una de las más compactas de su carrera. El toro que le cupo en suerte, de cuerna acaramelada y castaño de pelaje, era un zambombo sin gracia ni asomo de bravura. Pero le dio igual y se inventó una faena maciza y rotunda que comenzó a lomos de dos yeguas: ‘Macarena’, de salida y con la manta estribera de regalo, y ‘Ronda’, guapa y vestida con cintas blancas, con la que preparó al toro para asombrar a la concurrencia a lomos de ‘Gallito’, con el que firmó un tercio de banderillas que valía por sí solo dos orejas. Comenzó con una pasada sin clavar yéndose al pitón contrario y después, ligando a un toro, plantado y fijo, que no le regaló apenas una mísera embestida. Y formó un lío, sobre todo, en el último palo, en el que se enfrontiló con el toro y quebró materialmente en un baldosín. Pero después llegó el tercio de muerte y Sergio falló con estrépito echando por tierra una faena que era de dos orejas. Una pena porque fue una de sus mejores actuaciones de los últimos tiempos.
Toros: de Antonio San Román, reglamentariamente despuntados para rejones; bien presentandos, mansos, descastados y de mal juego en general.
Rejoneadores: Rui Fernandes (silencio tras dos avisos); Álvaro Montes (pasó a la enfermería y su toro fue pasaportado por Rui Fernandes); Sergio Galán (oreja); Sergio Domínguez (ovación tras aviso); Joao Moura hijo (palmas tras aviso) y Leonardo Hernández (oreja).
Caballos utilizados por Sergio Domínguez: Macarena (salida); Ronda y Gallito (banderillas) y Quilate (último tercio).
Plaza de toros de Zaragoza, 23 de abril; primera corrida de la Feria de Primavera (menos de medio aforo cubierto). Incidencias: El caballo ‘Chorongo’, de Álvaro Montes, tordo lusitano, de diez años, murió tras ser corneado en el corazón por el segundo toro de la tarde. El rejoneador Álvaro Montes fue atendido en la enfermería de múltiples contusiones y se le trasladó a un centro hospitalario de la capital maña para someterle a diferentes pruebas radiológicas.
o La foto es de archivo y es obra de Justo Rodríguez; esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja.