Juan José Amador dejó un concierto sin brillo en el cierre de las actuaciones del Salón de Columnas
Acabaron el jueves los conciertos flamencos del Salón de Columnas con un sabor agridulce por el escaso relieve que tuvo la actuación del sevillano Juan José Amador, un cantaor que conoce la íntima urdimbre de los palos, el sentido del compás y que lo intentó todo en una actuación que empezó por tonás y que se fue desdibujando a medida que avanzaba la noche. Fue un concierto difícil para él, y eso lo notó pronto una concurrencia que fue desinteresándose poco a poco del cante para entregarse al fulgor del toque de Ramón Amador, un guitarrista de estirpe que posee un aire muy especial en su sonido y que se metió al público en el bolsillo especialmente en la primera parte de la actuación, donde dejó estupendos momentos por soleá y alegrías. Fue lo mejor de una noche que se acabó pronto porque, aunque Juan José perseveró en el empeño, tampoco remontó ni por siguriyas ni por malagueñas y aunque se despidió por fandangos y jaleos, no redondeó casi nada a pesar de que la siguiriya tuvo sabor y en la malagueña se jugó el tipo. Pero no pudo salir victorioso del envite. Sin embargo, conviene precisar varias cosas de uno de los ciclos más emocionantes de los últimos años en el que han destacado de manera muy especial dos cantaores con los que casi nadie contaba en un principio: los veteranos Canela de San Roque -qué placer escucharle- y muy especialmente Carmen Corpas, todo un descubrimiento por ser una rara avis y una cantaora auténtica. Entre lo mejor también resuena el eco de Jesús Méndez, un conciertazo el suyo; y las caricias vocales que propinaron Mayte Martín, otro éxito; y La Macanita, que aunque vino un poco rozadita de voz siempre es un placer escuchar sus quejidos jerezanos. Como aficionado y a pesar de los excelentes guitarristas que han venido, he añorado una noche de toque en solitario, un concierto donde reinara la bajañí.
o Esta crítica la he publicado hoy en Diario La Rioja.