Pin y Pon... Adivinen a quién me refiero tal día como hoy después de escuchar lo que sucedió tal día como ayer en el hemiciclo patrio. Mejor dicho, no lo escuché, lo dejé puesto en la radio como ese rumor anodino de la lotería mientras los niños y niñas de San Ildefonso riegan con balsámicas pedreas las catástrofes nacionales. La diferencia es que ambos líderes insuperables no sortean nada, excepto los venablos verbales que se propinan y la verborrea que sueltan para que sus señorías culiparlantes les jaleen las ocurrencias como si fueran regates de Messi o naturales de José Tomás. En eso se ha convertido el parlamentarismo en España, en un repetitivo cara a cara con las cartas echadas porque nadie se mueve ni un ápice de su asiento y porque todo el mundo hace exactamente lo que se espera de él. España, eso es evidente, necesita de un esfuerzo conjunto para afrontar la crisis, necesita de un pacto, de una Grosse Koalition como la que emprendió Angela Merkel a finales del 2005 para sacar a Alemania de un pozo sin fondo y de un atolladero electoral que imposibilitaba la viabilidad de cualquier gobierno. Pero todo el mundo sabe que ese anhelo es imposible porque nuestros partidos y líderes carecen de la grandeza moral suficiente para desterrar sus atávicos compromisos consigo mismos y emprender un camino duro, exigente y esforzado hacia la recuperación. En España no; aquí preferimos atropellarnos, esperar a que caiga el enemigo, hacernos trajes o invertir 26.000 euros en un mapa de excitación sexual del clítoris, que como evento cartográfico no creo que tenga parangón con nada conocido pero que me temo que servirá poco para cambiar el modelo productivo nacional. Parece de broma, pero no, Pin y Pon no se aguantan.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.