viernes, 26 de febrero de 2010
La fiesta más hermosa del mundo (aquella despedida de Madrid)
A pesar de los pesares, de las inclemencias, de los mediocres que pululan por sus entrañas, del coñazo plúmbeo de tantas tardes, de la invalidez permanente, de tantos mostrencos sin hechuras que quieren hacer pasar por toros sólo por los kilos, de los que sólo se mueven por su pasta y de tanto enterado que habla y presume sin sabe ni papa, el toreo es la fiesta más hermosa y conmovedora del mundo. Y por eso suceden cosas increíbles y cargadas de justicia poética como la despedida del maestro Esplá de Madrid.
Esplá y un toro bravo y la perfecta conjunción del toreo. Esplá por abajo templando la nobleza, cosiendo con un hilo que no se ve la muleta al morro, por abajo la despedida de cada lance; preciso en el embroque y en la distancia. Esplá en torero y en artista entregado a sí mismo y roto por el toreo. Porque el toreo bueno rompe, desgarra, destroza pero sin inquina; escuece porque llega al alma y el alma es el verdadero patrimonio del artista.
Esplá y Madrid; más allá de las cifras (ojo, que asustan). Luis Francisco en Las Ventas con un viento terrorífico y cabrón en una tarde de toros duros de pezuña, serios, astifinos, de colmillo retorcido alguno que apenas regalaron la posibilidad de un lance. Y el maestro (¡oh justicia poética y torera!) se llevó el lote y sorteó en el preciso instante de su despedida al gran Beato -pinchar aquí que Luis Miguel Parrado cuenta su historia- que le ofreció la oportunidad de toear como los ángeles, de gustarse y regustarse y dejarnos en los labios una miel sencillamente memorable.
Toreo bueno, hundidos los pies y arrastrada la muleta con lentitud y dominio. Qué placer, qué emoción y que libertad la del torero que se quiere ir de la fiesta sin la amargura de tanto toro imposible. Y cumplió porque salió el toro bueno, que no fácil, y extendió ese Cossio que decían que llevaba en la cabeza para torear a placer sin academicismos ni lecciones consabidas.
Esplá fluido; Esplá por encima de las matemáticas se dejó envolver sedosamemte por el toreo bello de los atardeceres, el toreo otoñal que sabe a despedida y a reencuentro. Esplá, qué belleza tu marcha de Madrid y qué desconsuelo tu ausencia que ya empieza a doler porque ya se te echa de menos aunque no te hayas ido todavía.