A veces el flamenco tiene la virtud de colarse como quien no quiere la cosa porque entra en el alma con el ritmo acaramelado del almíbar. Otras veces, el flamenco te rodea, se planta en medio del universo mágico de la escena, te mira a los ojos y produce el increíble efecto de la perfecta sincronía entre los músicos y los espectadores. Como sucedió el jueves de la mano de Jerónimo, su hermano Leo de Aurora y ese cantaor de breve anatomía llamado Paco del Pozo. Y es que lo que acontenció en el Salón de Columnas tardará tiempo en ser olvidado por una afición que abandonaba la sala dándose literalmente pellizcos para despertar de ese ensueño flamenco del que nadie quería desperezarse, expresando una especie de euforia interior por lo que se acababa de vivir con una sensación de que se había producido un descubrimiento, una revelación y un insospechado encuentro entre tres artistas portentosos de una flamencura fetén, sin medias tintas y con una hondura plena de sentimiento, cabalmente técnica y felizmente inspirada. Jerónimo Maya, que acaba de grabar su primer disco, dejó sobre las tablas del Bretón una noche mucho más que redonda: se antoja alucinante la técnica que posee, el dominio pleno, absoluto y nada falaz de su guitarra. Pero detrás de todo ese despliegue, late el corazón de un flamenco repleto de sentimiento, que es capaz de provocar el llanto con paisajes desolados como los de la siguiriya o de amordazar el espíritu con la soleá de los inicios, tan franca como descarnada e irremediablemente jonda. Jerónimo, con su imponente talle, con su largo cabello negro, en un fondo de terciopelo negro de estreno y su traje también negro, se adueñó de todo desde esa iniciática soleá de Montoya, Sabas y Paco, desde esa declaración de principios que sirvió como inmejorable tarjeta de presentanción de una de esas noches memorables que de vez en cuando se cruza por la vida. Y aunque se salga de lo estrictamente flamenco, resultó hermosísima la interpretación con su hermano Leo de ‘Rey Chango’, ese homenaje que ha escrito Jerónimo a Django Reinhardt, el guitarrista francés conocido como el gitano de los dedos de oro. Tras el descanso, apareció Paco del Pozo, que se estiró de primeras con una hermosa toná en tono de carcelera, en la que sin megafonía apabulló por su voz poderosa. Al igual que en la soleá, con increíbles falsetas de Jerónimo, en los tangos ‘antepasaos’, en la bulería patanegra y esas alegrías de Cádiz en las que lo bordaron de la mano de la magia del arte, del cante bueno, del toque, de la inspiración y del flamenco, ese arte que el jueves salió revalorizado de la mano de tres jóvenes que se sueñan unos a otros en sus diálogos con el corazón.
o Crónica que publiqué en Diario La Rioja de la actuación de Jerónimo Maya, Leo de Aurora y Paco del Pozo, en los Jueves Flamencos del Teatro Bretón de Logroño de 2005.