como las aves del mar
como la soledad, como la esperanza
Curro Romero huele
como la flor de la jara
como sus sueños, como la alegría
El toreo era suyo porque conmovía el tiempo,
porque lo mecía en un compás que de sus manos soñadoras brotaba infinito,
sin arrebatos pero tan pulcro que parecía de porcelana
Curro Romero hacía embestir al toro como en una ensoñación
con una rara fragilidad de cristal sin tiempo, de nata,
de bosque de acebuches o de flor de almendro o loto
Curro apasionado, Curro inerte ante las esporas violentas del toro malparido
Curro en la distancia y en la gramática de los terrenos
Curro en los juzgados, en las conversaciones, mágico hasta en su tendido
Pero me quedo con el Curro de las contemplaciones
Del si no soy yo no puede ser,
de Curro príncipe en las tardes de napalm
o de las broncas de estaño sin miramientos
ante los curristas zaheridos por lo que habían perdido
Mas aún, me muero por el Curro poderoso de los días de tormenta
de esas tardes raras en las que ni quería ni podía estirarse
porque hacía un frío que atería el alma,
porque el anticiclón se escondía en su capote
Curro, siempre vivo, pegado a su cigarrillo
a sus papelillos que vuelan como palomas por plazas imposibles
porque sabe que el tiempo embiste hacia adelante
Pero Curro me huele a emperador, a patricio,
a senador y a Averroes, a patriarca gitano que rechupetea
un caramelo de menta mientras pasa las hojas de los periódicos
sin interesarle apenas nada
Curro sin contrastes,
con toda la naturaleza a sus pies
Curro, cincuenta años del alternativa
Curro, siempre vivo, edecán de un misterio al que ni siquiera me puedo acercar
pero al que admiro
Porque mientras los demás andan, Curro Romero vuela
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