La última vez que vi en directo a Jesulín de Ubrique fue en Alfaro, le dieron tres avisos y decía que no había oído nada. Obviamente no esperaba nada de él porque nada se puede esperar de un torero ridículo con una tauromaquia producto de su propia insensatez. No me meto con su vida privada porque no me importa lo más mínimo. Allá él si se casa, descasa, recasa o cambia de casa. Jesulín representa lo peor y más rancio de la fiesta de los toros y su vertiente cañí y mediática. Que pudo ser un gran torero nadie lo pone en duda; yo diría que uno más de los muchos que pudieron, pero él tomó una decisión: ser una especie de caricatura, de machoman corajinudo y chulesco que perdía el corazón por las damiselas que le lanzaban bragas y sostenes desde los tendidos. Debió de ganar casi tanto dinero como el que ha debido de perder. Se hiceron famosos todos los seres humanos que le rozaban: padres, hermanos, yernos, suegros y consuegros, muchachas de la limpieza y friegasuelos de su finca Ambiciones. Casi se escuchimiza en un accidente de tráfico y no era raro verle llorar lágrimas catódicas por los programas. Y hoy iba a reaparecer: entrevistas en la tele, en los periódicos, en las emisoras.... Y no viene porque ha llovido en la taquilla de Vistalegre aunque la plaza esté cubierta. Ni viene ni se le espera, a pesar de que su muñeca no tenga apenas más que un esguince de taquilla.
Jesulín es una vergüenza como torero. Lo digo como lo siento, y ni me meto en su vida ni en la de su familia porque me importan menos que nada sus andanzas. Lo que me preocupa es que él, y los demás toreros mediáticos, anden robando puestos a los que torean bien porque llenan las plazas. Sí, las llenan, pero de cemento y fraude. (Y de bastante mal gusto, por cierto)
17 de agosto de 2007 en Alfaro
Jesulín ayer en Alfaro: «Yo no he oído nada; ¿pero es verdad que han sonado los tres avisos?» Jesulín de Ubrique se quejaba amargamente entre barreras cuando se vio obligado a desistir y a abandonar el ruedo: «Si es que yo no he oído nada ¿Pero es verdad que han sonado tres avisos? ¡No me lo puedo creer!». Pero los tres avisos habían caído implacables y el toro de Urcola se iba al corral. «Me han pasado cosas raras en la vida, pero como ésta muy pocas. ¡Qué pena!», lamentaba un Jesulín incrédulo ante la devolución de su primero. El gaditano juraba no haber escuchado nada. Y lo mismo aseguraban sus tres banderilleros, los dos picadores, el mozoespás, el ayuda del mozoespás y el apoderado. Sin duda un caso de sordera generalizada, aunque transitoria, matizó un espectador en el tendido. Cerca de él estaba Manuel Jesús ‘El Cid’ que se acercó a consolarlo. El ubriqueño mascaba con media sonrisa su descontento: «Me da pena lo que ha pasado. No es forma de despedirse y estoy seguro de que si alguien hubiera oído el primer aviso me lo hubiera dicho para ir más ligerito. Cosas que pasan», sentenció antes de asegurar que no se despedirá de la afición de Logroño porque «hace muchos años que no me entiendo con Chopera».