Salieron del cole y se me quedaron mirando los dos a la cara: «Papá, a que no sabes la diferencia que hay entre un alien y un zombi», me interrogó el mayor, mientras el pequeño asentía con los ojos abiertos como un canguro esperando la siempre docta, precisa y concisa respuesta de un progenitor que para este asunto ni tenía palabras ni fondo de armario literario para resumir en una frase tan modernos y misteriosos conceptos. «Un alien es como un cromosoma que viene del espacio», me explicó uno; «un zombi es como Jesucristo, que revive después de morir pero que encima te quiere comer», dijo el otro. Entonces, inquirí yo: «¿Qué diferencia hay entre ambos?». Muy sencillo: «El alien no se ve ni se huele, te ataca como la gripe A y se te mete en el torrente sanguíneo sin que te des ni cuenta. En un momento estás muerto. Es microscópico, por eso sólo se puede ver con una lupa electrónica y no tiene sentimientos porque sólo actúa por instintos. Matar o morir».
¿Y el zombi? proseguí el interrogatorio. «Es mucho menos peligroso porque aunque es muy grande -puede medir como Gasol- es más tonto que un pimiento y se ve desde muy lejos que sólo te quiere comer. Y como ha resucitado, tiene una debilidad muy profunda en el cuello; así que si se te acerca de forma peligrosa, antes de que te pegue el mordisco le das un puñetazo en la cabeza y se cae casi solo».
Después de la explicación me miraron como marcianos los dos y yo me quedé impávido: «Mi padre es tonto o no entiende nada», pensó el mayor. «Más que tonto es torpe, porque se lo hemos explicado de cine», masculló el pequeño.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que sale los jueves y que se titula Mira por Dónde.