El toro se mueve embebido en una muleta mandona pero para nada enervada. Todo el lance se llena de una asimétrica ductilidad en que la se mezclan sonidos de una vieja torería y ese gesto de Urdiales sentido y clásico con el que se conduce por los ruedos. Me gustaría ser torero para que alguien me dibujara así, con esa plecara inocencia de los que paladean el arte. Me gustaría ser torero por miles de razones, pero una de ellas es la comunicación que se traza con el toro con esa gramática alucinante de la muleta y los toques. Y es que con la misma precisión con la que Diego materializa en lance, Carmelo, mi amigo Carmelo, lo retiene en su mirada mientras fermenta en las noches de invierno hasta que ¡zas! aparece un correo con regalos tan formidables como éste.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Carmelo, se dibuja como se es
Carmelo Bayo es un personaje de Arnedo que dibuja el toreo bello, hondo y sentido. Bayo es un tipo espiritual, un artista que primero contempla la belleza, la capta con su cámara y después, lo efímero de un lance se queda reposando en su corazón de poeta. El toreo se sedimenta en su lapicero, encuentra abrigo y en un momento dado, siempre como de improviso, empieza a brotar en cuartillas que pasan de lo blanco a la fortuna merced a una rara sencillez en trazos de carboncillo débilmente asentados. Huelo su técnica y me recuerda a viejos tebeos de mi juventud en las sombras tibiamente enrejadas.