Un viaje por el interior del Teatro Bretón un día de función y con las personas que consiguen que desde el patio de butacas todo parezca posible
El escenario de un teatro está siendo permanentemente construido y destruido. De un amanecer incubado en cenizas se pasa al día siguiente, o en apenas unas horas, a un paisaje de castillos normandos o a un desolado espacio surrealista que casi por arte de magia toma vida, luces y colores cuando se levanta el telón y comienza la función. Pero detrás de las bambalinas, de los argumentos, de las canciones o de las epopeyas, se cita un ingente grupo de personas que hace posible que el mundo se detenga unas horas sobre esa candente que dicen que no quema (o quizás sí) pero en la que la vida explora siempre sensaciones profundas: amor y desamor, desencanto, venganza, deseo, traiciones... desconsuelo, risas, explosiones; todos los universos caben en escena. Pero no es un milagro, aunque lo parezca, es el resultado de un trabajo en equipo concienzudo, extremadamente profesional y repleto de historias.
o Para continuar leyendo pinchad aquí. Las fotos son de Antonio Díaz Uriel y el artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.